Editorial

::: LO QUE CHIMBOTE Y PAUL HARRIS NO MERECEN :::

El hecho que Chimbote se encuentre a merced del comercio informal,  no tiene porqué significar que también seamos una ciudad informal y mucho menos ingrata. Si hay algo que ennoblece y engrandece a un pueblo es precisamente el don de la gratitud, esa virtud de saber valorar y apreciar  aquello que nos dan con la mejor voluntad y desprendimiento.

Corría el año 1963, cuando Rotary Club Chimbote, bajo la presidencia del Dr. Manuel Urcia Galicia, inició la construcción del coliseo Paúl Harris, con financiamiento integral de la propia institución. Al cabo de un año, esta vez  bajo la gestión del señor Otilio Pedreros, Rotary hizo realidad el sueño de obsequiar a la ciudad de Chimbote esta hermosa obra de uso múltiple, un escenario que  tantas alegrías y tantas satisfacciones nos ha brindado.

En cumplimiento de un acuerdo institucional y colectivo, el coliseo fue bautizado con el nombre de Paúl Harris, en homenaje al abogado norteamericano que en 1905 fundó Rotary International. Esta institución benéfica y filantrópica, tiene filiales en casi todos los países del mundo y su filosofía se resume en la frase “dar de sí antes de pensar en sí”.

A mediados de 1964, la persona encargada de recepcionar la obra en representación de la ciudad fue el Ing. Guillermo Balcázar Rioja, primer  alcalde de la provincia del Santa elegido por voto popular.

Tan pronto como el coliseo Paúl Harris abrió sus puertas, se convirtió en el escenario que tanta falta le había hecho a Chimbote. Fue allí, al calor del aliento popular, donde surgieron y se foguearon  las figuras que le dieron a Chimbote el título de campeón nacional de vóley en las categorías infantil y mayores.   

Más de los días, también se ha realizado ahí espectáculos artísticos y culturales, con elencos nacionales e internacionales, que le han permitido a Chimbote disfrutar de momentos  gratos e inolvidables. Es más, cada vez que se presentaba la ocasión, el coliseo Paúl Harris nunca tuvo problemas en hacer las veces de teatro municipal. ¿Acaso eso no suficiente para considerar a este recinto parte de nuestra identidad deportiva y cultural?

Ocurre que en estos días, en vísperas de cumplir 57 años de existencia, la imagen que ofrece el coliseo Paúl Harris es, ni más ni menos, la otra cara de la moneda, un espectáculo deprimente que cubre de vergüenza a Chimbote.

Funcionarios de la Municipalidad Provincial del Santa no han tenido peor idea que derribar una de sus paredes y convertir este histórico escenario en un  mercadillo informal, para albergar  allí a los comerciantes desalojados del ex mercado Progreso. Por mucho que se diga que la ocupación será temporal, no por ello deja de ser un despropósito.

Desde el momento en que ya se tenía previsto el desalojo, la municipalidad debió habilitar, con la misma anticipación, un plan de contingencia con espacios alternativos donde reinstalar a los comerciantes, sin que eso implique de ninguna manera la imprudencia de ocupar espacios para otras actividades como el coliseo Paúl Harris.

La experiencia ha demostrado que antes de llevar a cabo un desalojo, primero se debe habilitar el lugar de la reubicación, sino el problema resulta ser mayor y eso lo saben a la perfección todas las municipalidades del Perú y el mundo.

Si en el peor de los casos, no quedaba otra alternativa que ocupar el coliseo Paúl Harris, lo correcto hubiera sido que la municipalidad provincial asumiera la delicadeza de comunicar esta decisión, no solo a Rotary Club Chimbote sino también a Rotary International, y no esperar que la noticia llegue por otros medios. Chimbote y Paúl Harris no merecen esto.