Editorial

::: TERMINAL PORTUARIO Y PERVERSIDAD REGIONAL :::

Nombrar como gerente general del Terminal Portuario de Chimbote a un abogado que carece de conocimiento y  experiencia en gestión portuaria y permitir que a su vez éste contrate innecesariamente a ocho nuevos “asesores” a pesar que el movimiento de embarque y desembarque de Chimbote es el más bajo a nivel nacional, no solamente en una falta de criterio técnico y sentido común por parte del gobierno regional de Ancash. Es sobre todo un acto deliberado de mala fe porque no obstante la situación calamitosa en la que se encuentra el terminal, hechos como éste solo propician la continuidad y empeoramiento de dicha situación.

Mientras muchos puertos del Perú y del mundo darían cualquier cosa por poseer un terminal portuario que les permita participar de los beneficios del comercio internacional y dinamice la economía de la región, el gobierno regional de Ancash se permite el lujo de ignorar lo que tiene un sus manos. Y eso solo puede ser resultado de un conformismo burocrático y una clamorosa falta de visión de futuro de quienes dirigen el ente regional.

Es una lástima que después de haber sido por muchos años el segundo puerto del Perú en cuanto a movimiento de embarque y desembarque después de El Callao, en este momento Chimbote esté relegado al último lugar de ese ránking, aún por debajo de los puertos fluviales  de nuestra la Amazonía.

Construido a comienzos de la década de 1950 por la Corporación Peruana del Santa, el terminal portuario ocupó un lugar protagónico en el despegue económico de Chimbote y la región. Durante los últimos setenta años, las exportaciones de harina y conserva  de pescado y minerales, han marcado toda una época de bonanza, de la que no existe parangón.

Pero desde el 02 de agosto del 2013, cuando fue transferido al gobierno regional de Ancash, el destino del terminal portuario de Chimbote cambió por completo. La estrambótica promesa del entonces presidente regional César Álvarez de convertir a Chimbote en un megapuerto, no pasó de ser un grotesco monumento a la demagogia.

En ocho años de administración regional nada ha cambiado en el terminal portuario, salvo gerentes improvisados, protegidos por  los gobernadores de turno. Aunque parezca increíble, desde hace setenta años el terminal portuario utiliza las mismas grúas, las mismas instalaciones eléctricas y los mismos implementos de maniobra. Mientras tanto, el único remolcador que tuvo a su servicio, llamado “Rio Santa”, se encuentra inoperativo desde hace siete años, abandonado a su suerte a la orilla de la playa. ¿Así vamos a competir con otros puertos?

Si el terminal de Chimbote se hubiera mantenido en mano de ENAPU, con toda seguridad otra sería su situación. Para que no quede duda, basta con dirigir la mirada a otros puertos como Salaverry, Paita y Matarani.

Cualquier empresa extranjera, interesada en invertir en el Perú, lo primero que necesita es tener a la mano la presencia de un puerto. Esa es la única puerta de entrada y salida del comercio internacional. De nada serviría, por ejemplo, que Chinecas empiece a producir a gran escala si sus productos van a tener que ser embarcados en otros puertos, como sucede con los embarques de harina y aceite de pescado, que actualmente salen por Paita y el Callao. Aquí no existe ni siquiera un patio de contenedores.

Devolver al puerto de Chimbote su nivel de competencia, como todos queremos, requiere de una gestión altamente especializada a cargo de profesionales que conozcan el tema y sepan solucionar problemas. Encargar esa misión a personas improvisadas, cuyo único mérito es el oportunismo y el amiguismo, equivale a postergar aún más ese objetivo. Una burla, en todo el sentido de la palabra.

De ahí que, nombrar como gerente del terminal portuario a un abogado sin conocimiento ni experiencia en gestión portuaria, a sabiendas que eso significa postergar la reactivación del terminal y ahuyentar la inversión extranjera, no es otra cosa que un acto de perversidad.