Editorial

::: EL TRISTE FINAL DE ALGUNOS ALCALDES :::

Mientras fueron candidatos y recorrían a pie calles y arenales, no dudaron en ofrecer una y mil maravillas a la población, empezando por el orden, la limpieza y la modernidad. Luego, una vez que resultaron elegidos y a la hora de asumir la alcaldía, volvieron con nuevos ofrecimientos y hasta juraron que a partir de ese momento iban a cambiar la historia de sus respectivas ciudades. Como si eso no fuera suficiente y dominados por el paroxismo de su debut como autoridades, casi todos ofrecieron “donar” su sueldo a los más necesitados, incluyendo ejecutar algunas obras con dinero de “su propio” bolsillo.

Sin embargo, a los pocos meses, la cruel realidad ha conllevado a que todo cambie por completo. A los nuevos alcaldes no les queda otra cosa que sacarse la careta y mostrar recién su verdadero rostro. Ha llegado la hora de sacar a relucir las garras y mostrar las verdaderas intenciones. Las promesas de la campaña electoral ya no tienen porqué aparecer en agenda y en su reemplazo se ejecutan obras que nunca fueron mencionadas en el plan de trabajo. Por esa razón, muchas de estas obras no solo son mal ejecutadas y están sobrevaloradas, sino también se hallan inconclusas y es posible que queden como bombas de tiempo para la próxima gestión.

Para nadie es un secreto lo que este cambio compulsivo significa: ha llegado la hora de pagar favores a las empresas que solventaron los gastos de campaña; con dinero del municipio por supuesto. Por último estos alcaldes nunca más vuelven a aparecer en las calles ni en los asentamientos humanos que recorrieron pidiendo que voten por ellos. Es mejor olvidarse de todo y no porque estos señores tengan mala memoria sino porque ya no les conviene recordar. No importa si para eso, tengan que enjuagarse las manos con las aguas turbias de la corrupción. Así de contradictorio y decepcionante es el cuadro que ofrece últimamente nuestra llamada clase política provincial.

En el marco de este escenario, el viernes último uno de los juzgados unipersonales de la Corte Superior de Justicia del Santa sentenció al ex alcalde de Nuevo Chimbote Francisco Gasco Barreto a tres años de prisión. Fue tras hallarlo culpable del delito de corrupción en agravio de la comuna a la cual representó. Aún cuando la sentencia no será efectiva ya que el ex burgomaestre permaneció cuatro años con prisión preventiva y domiciliaria, éste ha quedado impedido de ejercer en adelante cualquier cargo público. Triste final para alguien que un día no muy lejano fue aclamado por la población.

Pero, el caso de Gasco Barreto no es el único. De los alcaldes provinciales que hemos tenido a lo largo de los últimos veinte años, uno ya está en prisión y dos se hallan prófugos de la justicia. En cuanto a Nuevo Chimbote, por lo pronto uno ya quedó sentenciado mientras que otro enfrenta un proceso penal por corrupción.

Tomando como referencia este mismo periodo de tiempo, vemos con mucho alivio que al menos dos ex alcaldes han empezado y terminado su gestión limpios de polvo y paja, sin sentencias ni acusaciones. Uno es de la municipalidad provincial y otro de Nuevo Chimbote. Qué lástima que los demás, nos hayan negado una mayor satisfacción.