Opinión

“¡SOMOS LIBRES, SEÁMOSLO SIEMPRE!”

Mg. Miguel Koo Vargas (*)

No podría empezar esta columna, sin antes felicitar y aplaudir de pie la heroica demostración de valentía y patriotismo que tuvieron los adultos mayores en esta jornada electoral. En todos los rincones del país, ancianos acudiendo en masa a sufragar con bastones, sillas de rueda, andadores, ¡y hasta con balones de oxígeno! Sinceramente admirable, como respondería el taimado cocodrilo de la fábula de Samaniego: “¡Oh, qué docto perro viejo! Yo venero tu sentir en esto de no seguir del enemigo el consejo”.

Esta semana, previa al sufragio, ha sido intensa en varios aspectos, las encuestas oficiales que manejábamos hasta el sábado daban un empate técnico entre Fujimori y Castillo, evidenciando un amplio margen de diferencia de Fuerza Popular sobre Perú Libre en la capital. Empatados en el norte, y con una ventaja importante de Castillo en el sur. Resulta increíble ver cómo la propuesta comunista de Perú Libre ha calado con singular aceptación en ciudades y pueblos que sufrieron el flagelo terrorista en épocas pasadas. Cuánta verdad hay en esta frase que nos recuerda año tras año que somos un país desmemoriado: “Un pueblo sin memoria, está condenado a repetir sus errores”. Y vaya que los estamos repitiendo. El mismo cuento marxista que lava los cerebros de los ciudadanos haciéndoles creer que tienen la receta para acabar con la pobreza o la corrupción de la que ellos mismos son parte, y otros males que nos aquejan como sociedad.

Los resultados del boca de urna aún son incipientes, tenemos que esperar las cifras oficiales en el contero rápido de la ONPE para poder dilucidar de una mejor manera el panorama inmediato que tendremos que recorrer como país. Esta jornada ha presentado diversos detalles que no han pasado desapercibidos para la población y los medios de comunicación que hemos estado atentos a las jugarretas que ha realizado la ONPE y el JNE para favorecer a un candidato determinado. Detalles que van desde cabinas de votación de cartón en la que los ciudadanos denunciaban que sus cédulas se rompían al momento de trazar el aspa en el papel, y otros más descarados como el de personeros a los que se les encontraron cientos de cédulas de votación marcadas con el símbolo de Perú Libre. A pesar de ello, la luz brilló sobre las tinieblas, y las tinieblas no pudieron vencerla, pues muchos peruanos se las ingeniaron para reclamar y hallar soluciones que aseguren la validación de su voto. A todos ellos que han luchado por hacer prevalecer su derecho básico a elegir libre y democráticamente, les damos las gracias por no quedarse callados.

La gran comunidad de católicos en el Perú que representamos cerca del 90% de creyentes en el país, nos unimos en una jornada nacional de oración por el fin del comunismo, de la corrupción, y de todas las ideologías que intentan hacerse pasar por “verdad” y que contribuyen a establecer la llamada “cultura de la muerte” que denominó el papa San Juan Pablo II. Hubiésemos esperado que nuestros obispos, como pastores llamados a defender la Iglesia y la fe de los fieles, de los fraudes y mentiras del demonio, tuviesen la valentía de consagrar al Perú a los Sagrados Corazones de Jesús, María y José, pero no lo hicieron para no quedar mal con su candidato preferido o porque simplemente no tienen fe. Muchos de ellos prefirieron esconderse, hacerse los desentendidos, ignorar el clamor de su grey, y peor aún, algunos, incluso, indujeron a los fieles a cometer un pecado grave al manifestar en sus homilías que debíamos apoyar al comunismo, cuando el Magisterio de la Iglesia es muy claro en advertir que esta ideología es “intrínsecamente perversa y contraria a la fe”, según el papa Pío XI. Una pena muy grande, no por lo que dejaron de hacer, sino por el juicio terrible que deberán afrontar cuando estén en la presencia del Señor. A todos aquellos que se dicen ser católicos de nombre, pero no por convicción, y votaron a favor del comunismo, seguiremos pidiendo por su conversión y por la reparación de sus faltas, de la misma manera en que nosotros pedimos por las nuestras.

Hace poco tuve la visita de una doctora cubana en mi casa que vino a hacerme un chequeo, y conversando me decía “joven, yo viví toda mi niñez y parte de mi juventud en Cuba, luego me fui a Venezuela por un futuro mejor, estudié medicina y conocí a mi esposo. A mí nadie me va a contar qué es el socialismo y qué es ver de cerca la miseria en ambos países, cuando yo lo viví en carne propia”. Y, mientras conversábamos, me iba contando que la Revolución Cubana Educativa de 1959, en la que marcharon cientos de cubanos por las calles con “lápices” en las manos, tenía por objetivo ejecutar una campaña nacional de alfabetización para que los niños, jóvenes y adultos pudieran comprender la doctrina socialista y se adhirieran fácilmente a la causa revolucionara del Che Guevara. Luego, Fidel Castro lo mandó a matar porque la gente quería al Che como presidente y no a él. “Joven, lo mismo que hicieron allá, lo veo aquí y los peruanos no logran dar con la realidad”. Terminó su relato con profunda preocupación e impotencia.

Más allá del resultado final de estas elecciones, lo que debe quedarnos muy claro a todos nosotros es que nuestra voluntad está totalmente sometida a la voluntad de Dios, y lo que necesitamos como pueblo devoto es devolver nuestra mirada a nuestras raíces, recordar nuestra identidad como una tierra bendecida por el Señor de los Milagros, los santos, beatos y mártires que derramaron su vida para que pudiéramos vivir en paz, a la luz de la verdad. Pidámosle a Dios, entonces, que prevalezca su voluntad ahora y siempre, y que nos conceda la gracia de serle fieles hasta el final de nuestras vidas.

(*) Analista y asesor

de comunicaciones