Editorial

::: ¡AYÚDANOS, SAN PEDRITO! :::

El primer documento donde aparece escrito  el nombre de Chimbote, y en el cual ya se le menciona  asociando a la celebración de San Pedrito, es una crónica de fecha 13 de mayo de 1774 firmada por el cura de Santa, don Valentín Noel de Rojas. En dicho documento se lee textualmente “…la villa de Santa tiene un anexo nombrado Chimbote en donde concurren y residen cuatro o seis indios de los que están en la villa y otros varios fraileros que vienen a la pesca y juntos celebran al apóstol San Pedro…”

A la fecha, han transcurrido 247 años desde aquella histórica referencia y hasta hoy el vínculo que identifica a Chimbote con San Pedrito no solo se ha fortalecido sino también ha sentado las bases de una tradición que ocupa el peldaño más alto de la identidad chimbotana.

El 22 de junio del año 1967, a iniciativa del Club de Leones de Chimbote, el gobierno del presidente Fernando Belaunde promulgó la Ley 16597 que crea la Semana Cívica de Chimbote en honor al Patrón San Pedrito, cuya celebración se desarrolla del 22 al 29 de junio de cada año. Recientemente, el 16 de mayo del 2018, a iniciativa del R.P. Juan Roger Rodríguez Ruiz, vicario de la Diócesis de Chimbote,  el Ministerio de Cultura emitió la Resolución N° 063 que declara a la fiesta patronal de San Pedrito como Patrimonio Cultural de la Nación. Mejores constancias, no podemos tener.

Al conmemorarse el Día Central de  esta celebración, es inevitable hacer una reflexión respecto al significado que tiene la fiesta de San Pedrito para todos y cada uno de los chimbotanos.  No solamente para quienes hemos nacido en esta generosa tierra de promisión sino también para quienes llegaron atraídos por esta generosidad y han terminado echando raíces igual de profundas.

Como bien lo advirtió el cura de Santa hace dos siglos y medio, la pesca es la actividad que marca el paso del desarrollo de Chimbote. Y no es para menos. Desde una mística aún más indiscutible, se puede decir que la pesca es una bendición que la mano de Dios ha puesto en las manos del hombre para generar riqueza y bienestar común.

Bajo este convencimiento, cada 29 de junio los primeros chimbotanos impusieron la tradición de sacar en procesión por toda la bahía la imagen de San Pedrito.  Inicialmente este acto religioso se hacía a bordo de un caballito de totora.  Seguidamente los actos continuaban en tierra firme con la celebración de una misa que se realizaba en una capilla de quincha, ubicada entre las rancherías de Huanchaquito y el Cerro Colorado. De esa manera nuestros antepasados agradecían a San Pedrito por la abundancia de especies marinas que les prodigaba la bahía. Era tal la abundancia que no solo podían consumir hasta saciarse, sino también  intercambiar el excedente con productos agrícolas procedentes de los valles de Santa y Nepeña.

Con el paso de los años, la celebración de nuestra fiesta patronal, fiel a sus orígenes,  ha sabido mantener su esencia. Las tradiciones, en efecto,  no cambian, se mantienen incólumes y conforme  pasa el tiempo sus raíces se hacen más profundas.

Esta vez, por segundo año consecutivo, muchos de los actos oficiales de la fiesta patronal se han restringido  en tanto que otros han sido suspendidos, pero eso no quita que el fervor y la devoción que llevamos en el alma se mantenga como siempre. Cierto, es ante la adversidad cuando la fuerza del espíritu se sobrepone a todo lo demás.

Es posible que en este momento Chimbote se sienta abatido por el embate de las adversidades que todos estamos padeciendo, incluyendo el incumplimiento, la desidia y la deslealtad de algunas autoridades. Por esa razón, para sobreponernos a estas circunstancias, hoy más que nunca solo nos queda alzar los ojos al cielo para implorar a una sola voz  ¡ayúdanos San Pedrito!.