Opinión

RADIOGRAFÍA DEL PODER

Mg. Miguel Koo Vargas (*)

“El poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutamente”. Lord Acton.

La búsqueda incesante del poder ha estado siempre presente en el hombre desde nuestros orígenes, y esto podemos comprobarlo fácilmente a través de una acción muy básica y primitiva de nombrar los elementos, catalogarlos, y darles un significado con el fin de tener control sobre ellos. Es así que el individuo a través del tiempo ha desarrollado una orientación hacia el dominio de las cosas, las ideologías, los sistemas y por supuesto, también de las personas. Intentos que, como ha demostrado la historia, han terminado siendo catastróficos para países vecinos de la Región, y ahora con un Perú con una dirección incierta.

¿Por qué el poder es el principal determinante de la corrupción del individuo?

Para poder adentrarnos en la hipótesis que desarrollaremos a continuación, nos remontaremos a un pasaje bíblico interesante que ya nos daba algunos visos de la alienación del poder que más adelante sería magistralmente desarrollado por el antropólogo René Girard con la postulación de su teoría mimética.

La primera guerra en el cielo: La rebelión de Lucifer.

En el origen del universo, el cielo se encontraba lleno de ángeles, entre Querubines y Serafines que amaban alabar a Dios y hacer su voluntad. El gobierno del creador se caracterizaba por una plenitud infinita de amor, felicidad y gozo. Es allí donde Dios decide crear un ángel de una potestad superior, muy cercano al trono y capaz de liderar a toda la población angelical. La Biblia nos habla de un Querubín que llevó por nombre lucifer, “el portador de la luz”.

Prontamente, este ángel de cualidades especiales empezó a descubrir esa valía que le hacía diferente a los demás ángeles, despertando internamente unos deseos muy intensos de vanidad, orgullo y admiración. Esta distorsión en su pensamiento bajo la aparente justificación de que “se lo merecía” por ser el diferente, el más especial, lo llevó rápidamente a codiciar el poder (absoluto) del creador omnipotente, bajo un mecanismo de fascinación competitiva que se sustenta en la teoría mimética mencionada al principio.

Dicha teoría explica cómo es que el hombre es un auténtico prisionero del deseo de los demás. Nos rebela que el ser independiente no es más y menos que un mito romántico de nuestro propio narcicismo, que intenta a toda costa, mostrarse autosuficiente y autónomo para la mirada fascinada del otro. De esta manera, el Profesor Girard, explica el origen de la violencia basado en ese intento de rivalizar con el prójimo para adueñarnos de su deseo, arrebatándole su propia identidad y convirtiéndonos en consecuencia en ese nuevo modelo de admiración por sustitución.

Para poder ser el nuevo ser deseado, el individuo va a tener que desplegar una serie de mecanismos y tácticas de destrucción hacia el oponente, para poder batirlo y sacarlo del camino. Este nuevo individuo embriagado por el dominio y el control encuentra en el poder siempre una fuente de placer, de gratificación por objetivos, que lo va a convertir en un adicto de las más siniestras dinámicas de coacción y perpetración contra sus potenciales amenazas. Así encontramos a individuos que fueron escalando en la pirámide del poder, utilizando vehículos como partidos políticos, clubes, asociaciones, y hoy gobiernan nuestras naciones.

Es por ello que los partidos políticos son meros programas doctrinarios de sometimiento jerárquico bajo el benevolente discurso del “servicio”, un camino tan irreal como la mentira autocumplida de aquel que se postula diciendo que “yo solo quiero servir a mi patria” y el “a mí no me pasará lo mismo”. (Piñuel, 2008).

La pregunta que muchos se hacen es ¿Cómo podremos dirigir desde una posición en la que no tengamos que convertirnos en ese lucifer de las organizaciones y gobiernos?

El liderazgo válido es pues aquel que renuncia a todo aquello que le signifique un intento de trascendencia vertical en la pirámide social de nuestros tiempos. Es el esfuerzo de renunciar al poder y de ponerse al servicio desde la posición más simple de nuestra naturaleza como lo enseñó el propio Jesucristo. Al rechazo de la tentación de ser alguien por la acumulación material, la imagen, la fama, la idolatría y el sometimiento hacia otras personas. A la no abdicación de la moral interna, a la no complicidad pasiva de la violencia y al rechazo vehemente de la racionalidad instrumental.

(*) Asesor de Imagen y Comunicaciones