Editorial

GRAVE ATENTADO CONTRA LAS LEYES DE LA NATURALEZA

Pesca ilegal:

Tras un proceso que increíble e innecesariamente se prolongó por más de tres largos años, la Corte Superior de Justicia del Santa sentenció con dos años de prisión suspendida al chofer de un camión frigorífico, quien fue sorprendido transportando un cargamento ilegal de la especie marina lorna cuya talla estaba muy debajo de la permitida.

La extracción y comercialización de especies marinas en edad juvenil o en etapa de reproducción, es un delito que va contra las leyes de la naturaleza y merece ser drásticamente sancionado. Pues equivale a eliminar por adelantado una nueva generación de la especie, con todo el daño que esto representa para el equilibrio ecológico y la alimentación de la humanidad.

Por coincidencia, el mismo día en que se conoció la sentencia un grupo de pescadores artesanales realizó un plantón en el frontis de la Dirección Regional de la Producción. Fue para protestar contra el supuesto abuso de los inspectores que justamente han sido contratados para combatir la pesca ilegal y evitar la depredación de nuestro mar.

Si tuviéramos que colocar en una balanza ambos casos para saber a quién o a quienes les asiste la razón, nos atrevemos a pensar que nadie dudaría en colocarse de parte del juez que dictó la sanción. Por muy drástico o severo que pudiera parecer  el castigo, no existe otra manera de hacer entrar en razón a quienes ocasionan semejante daño.

Por absurdo que parezca, no es ninguna novedad que muchos pescadores de especies marinas destinadas al consumo humano  incurren deliberadamente en esta infracción. Son los primeros en saber que están cometiendo una falta pero aún así . La prueba de esta falta podemos verla en estos días en los diversos mercados de Chimbote y Nuevo Chimbote donde, por ejemplo, se viene ofertando  pejerrey cuya talla oscila entre 6 y 7 centímetros. Ni  la mitad del tamaño legalmente permitido. Por donde quiera que se le mire, este es un crimen de lesa naturaleza.

No obstante haber detentado durante los últimos 60 años el título de primer puerto pesquero del Perú y el mundo, Chimbote ha sido paradójicamente el lugar donde la pesca ilegal y la depredación de las especies marinas han alcanzado  niveles de desastre ecológico. Especies como la sardina y el robalo, que nuestros abuelos extraían a bote lleno sin necesidad de trasponer los límites de la isla Blanca, han desaparecido por completo y ahora solo existen en viejas fotografías del recuerdo.

De no haber sido por la drástica exigencia de convenios internacionales, esta misma suerte pudieron haber corrido la anchoveta, el bonito y el jurel, solo por mencionar a las especies de mayor demanda. Afortunadamente, desde su aprobación por las Naciones Unidas en diciembre de 1982 la Convención del Mar ha logrado que los países firmantes, entre ellos el Perú, eviten contra viento y marea que la pesca indiscriminada con fines industriales arrase por completo con estas y otras especies. Un poco más y el mar peruano terminaba convertido en un inmenso cementerio.

De manera que todo esfuerzo que se realice para evitar la pesca ilegal es algo que merece destacarse y los primeros que deberían hacerlo son los propios pescadores. De eso va a depender que esta actividad, que da ocupación directa a más de 30 mil peruanos, se desarrolle en forma sostenida y ordenada. Las leyes del hombre y las leyes de la naturaleza no tienen porque contraponerse una contra la otra. Al contrario, ambas se necesitan mutuamente.