Editorial

¡SERENIDAD, SEÑORES DEL SERENAZGO!

Desde su implementación en la época del virreinato, el servicio de serenazgo es posiblemente la institución que encarna el vínculo más estrecho que puede existir entre la autoridad y el vecindario. Desde cuando los antiguos serenos cumplían su deber  provistos tan solo de una lámpara de aceite y un silbato, el servicio de serenazgo se ha ganado con el paso de los años un espacio propio en el sentimiento nacional. Posiblemente una de las expresiones más populares de este sentimiento  sea la  hermosa composición de nuestra inolvidable Alicia Maguiña “Viva el Perú y Sereno”.

Hoy en día, la primera idea que acude a la mente de un vecino cada vez que se produce un accidente o una emergencia, es el servicio de serenazgo. Ya sea en reemplazo o en compañía de los miembros de la Policía Nacional, lo cierto es que la figura del sereno ahora está presente en todo tipo de contingencia.

Eso lo vemos a diario ya sea durante la captura de delincuentes, la sofocación de un  incendio o en el auxilio en cada accidente de tránsito. A lo que suma con igual frecuencia la atención de una parturienta y hasta la recuperación de una mascota atrapada en lo alto de un árbol.  Cualquiera que sea la hora, lugar o circunstancia, ahí están nuestros amigos del serenazgo.

Por  esa razón, no se explica  la actitud  protagonizada por un agente del servicio de serenazgo de la municipalidad provincial del Santa, quien no tuvo ningún miramiento en agredir físicamente a un menor de edad que se hallaba practicando skater en las instalaciones del bulevar Isla Blanca.

Nada justifica esta actitud. Con mayor razón si existe de por medio la obligación inherente de todo agente del serenazgo de actuar en todo momento con extrema prudencia y pleno control de sus impulsos. Eso también incluye mantenerse impasible ante cualquier agresión verbal o física, salvo que sea en defensa propia, cosa que no ha sucedido en el caso del menor.

Pero si esta actitud de por sí ya es condenable, igual de desafortunado podría ser el argumento que ha utilizado el jefe del servicio de serenazgo a la hora de brindar las explicaciones del caso. No entendemos por qué ha tenido que poner énfasis en señalar  que el autor de la agresión es un trabajador estable de la comuna y  que por lo tanto no ha sido contratado por la actual gestión municipal. ¿Pretende con eso eximir la responsabilidad de alguien en particular?. No, señor.

Sin importar qué alcalde o qué gestión edil lo contrató, lo cierto es que el autor de la agresión es un trabajador municipal y la falta que ha cometido lo ha hecho en sus horas de trabajo y con el uniforme de trabajo, es decir en representación de la municipalidad provincial del Santa. Por consiguiente, muy al margen de la responsabilidad personal que pudiera existir, también existe una responsabilidad institucional. La municipalidad es una sola.

La charla sobre manejo de estrés y emociones que se acaba de ofrecer al personal de serenazgo, es algo que debe ser asumido en forma permanente y no solamente cuando sucedan hechos que lamentar. Lo último que puede perder un  agente de serenazgo es la serenidad.