Ya no es únicamente el ajuste de cuentas o el asesinato por venganza, aquel del ojo por ojo y diente por diente. Hoy en día los delincuentes comunes están asesinando a víctimas inocentes e indefensas sin importarles para nada la vida de sus semejantes. Pero mientras los asesinatos aumentan día a día por doquier, la presencia de la Policía Nacional en las calles de la ciudad es cada vez más escasa y hasta inadvertida. Cuando los efectivos policiales y del serenazgo, acuden al lugar de los hechos lo hacen después de veinte o treinta minutos, cuando los autores del crimen han desaparecido por completo.
Uno de los casos más lacerantes es el del joven universitario Fabrizio Larraín Izquierdo de veinte años de edad, a quien los delincuentes le dispararon sin piedad cinco balazos en varias partes del cuerpo, por el solo hecho de resistirse a entregar su equipo celular. Producto de los disparos, Fabrizio dejó de existir luego de veinte días de dolorosa agonía, acabando con sus sueños de convertirse en profesional.
Otra muerte cruel e inaudita fue la que sufrió la madre de familia Yaney Arana Miranda de 56 años de edad, quien fue asesinada de cuatro disparos a sangre fría, hecho que sucedió en su propio domicilio y en presencia de sus familiares a manos de un sicario que huyó del lugar con la más absoluta tranquilidad.
Como estos dos asesinatos, son muchos los que ocurren más de los días en diversos lugares de la ciudad sin que la racha no dé señales de cuándo acabar. Por el contrario, tal como se puede ver la amenaza de un mayor peligro tiende a incrementarse. Transitar por las calles ya dejó de ser un placer, ahora es un verdadero peligro. La delincuencia está en todas partes las veinticuatro horas del día.
Lo que más preocupa es que, de un tiempo a esta parte, ya no se advierte la presencia policial, ni en el centro de la ciudad y menos en las zonas periféricas. Los patrullajes y otras medidas de prevención que antes eran comunes, ahora ya son cosa del pasado. ¿No es esta desidia una instigación al aumento de la delincuencia?.
Frente a este clima de latente inseguridad, que hace rato ha rebasado todo límite de tolerancia, ya es tiempo que los miembros del Comité Provincial del Seguridad Ciudadana, COPROSEC, se dirijan a la población para dar a conocer las medidas que puedan reducir los índices de delincuencia y de esa manera devolver al menos algo de tranquilidad a las familias de Chimbote. Hasta este momento nadie sabe qué es lo que discuten y aprueban en sus reuniones, ni qué medidas concretas tienen pensado aplicar ante el aumento de la criminalidad. ¿O es que la ciudadanía no tiene derecho a saberlo?
En ese sentido, no deja de causar preocupación que numerosos miembros de la policía nacional resulten implicados, cada vez con mayor incidencia, en graves hechos delincuenciales que van desde robo agravado hasta secuestro y extorsión, sin que hasta este momento se hayan hecho merecedores de una sanción ejemplar. El cambio debe empezar por casa.
Igual de preocupante es la actitud de algunos magistrados del Ministerio Público, quienes otorgan libertad a más de un delincuente sorprendido y capturado en plena flagrancia. Para que el principio de autoridad se fortalezca, la ley tiene que aplicarse a todos con el mismo rigor. Alguien tiene que detener los azotes de la delincuencia.