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PAPA FRANCISCO PRESIO OFICIOS EN BASILICA SAN PEDRO EN VATICANO

Como es tradicional, este Viernes Santo el Papa Francisco presidió los oficios en la basílica de San Pedro, que incluyeron el rito de veneración del crucifijo y la lectura del relato de la Pasión según san Juan. A pesar de la lesión en la rodilla, el obispo de Roma recorrió a pie la larga nave central de la basílica y guió de pie la parte final de la ceremonia, hasta la comunión.

Además, ya de noche, se desplazó hasta el Coliseo de Roma para participar en el vía crucis organizado por el Vaticano, ante varios miles de peregrinos que lo acogieron con velas encendidas.

Tras dos años rezándolo prácticamente a solas en la plaza de San Pedro, esta Semana Santa regresó a este lugar que evoca el martirio de los primeros cristianos.

Participó sentado en esta larga oración que comenzó pasadas las nueve y cuarto de la noche y terminó casi una hora y media después.

Polémica por gesto de mujeres de Rusia y Ucrania

El Papa Francisco siguió atentamente las meditaciones sobre cada una de las 14 tradicionales «estaciones» que recorren la Pasión de Cristo. El obispo de Roma evitó hacer alguna alusión a la polémica creada por la estación número trece de este vía crucis, durante la que una mujer rusa y una mujer ucraniana llevaron juntas la cruz como «gesto de paz y reconciliación».

Sí que incluyó una mención indirecta a la guerra en Ucrania en la oración que habían escrito para poner punto final al encuentro. «Convierte nuestros corazones rebeldes a tu corazón, para que aprendamos a seguir proyectos de paz; haz que los adversarios se den la mano, para que gusten del perdón recíproco; desarma la mano alzada del hermano contra el hermano, para que donde haya odio florezca la concordia», rezó el pontífice.

La meditación escrita por las dos mujeres de Rusia y Ucrania se detenía sobre el instante de la muerte de Jesús en la Cruz, invitaba a la «reconciliación» y fue modificada para evitar ofender a Ucrania.

El líder de la Iglesia greco católica Sviatoslav Shevshuk había solicitado desde Ucrania que se replanteara el gesto, pues resultaba «incoherente e incluso ofensivo, en vísperas de un nuevo ataque de las tropas rusas». «Los gestos de reconciliación entre nuestros pueblos sólo serán posibles cuando la guerra haya terminado y los culpables de crímenes contra la humanidad sean condenados con justicia», añadió el arzobispo.

El texto fue sustituido por unas diplomáticas palabras: «Ante la muerte, el silencio es la palabra más elocuente. Detengámonos en silencio orante, y que cada uno en su corazón rece por la paz en el mundo», dijeron.

La polémica ha eclipsado el resto de las meditaciones, que ofrecían una perspectiva potente y esperanzadora sobre las “cruces” de las familias de nuestro tiempo, desde las rupturas matrimoniales, la falta de trabajo o la enfermedad de la esposa.

Las cruces de las familias del mundo

El Vaticano solicitó hace semanas a una organización que representa a familias italianas que elaborase las catorce breves meditaciones sobre el camino de Jesús hasta el Calvario, para el encuentro de este Viernes Santo con el Papa. Ellos invitaron a catorce familias a prepararlas y a sostener la cruz en el Coliseo mientras eran leídas en voz alta.

Comenzaron unos recién casados, que al hilo de la «agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos», confiaron que sienten miedo «cuando pensamos en las parejas de amigos que fracasaron; cuando leemos en los periódicos que aumentan las rupturas; cuando nos dicen que seguramente nos separaremos porque así va el mundo, se trata de una cuestión de estadística; cuando nos sentimos solos porque no nos entendemos».

Unos esposos ancianos sin hijos se comparan con la condena a Jesús en el Sanedrín, pues han «experimentado a menudo con dolor muchos juicios sobre nuestra esterilidad. Cuántas miradas poco comprensivas tuvimos que digerir…»

Unos padres de familia numerosa, inquietos por «los gastos imprevistos, o la preocupación por las tensiones con los hijos adolescentes», afrontan los remordimientos por echar de menos la

Llevaron la cruz y contaron su historia los miembros de una familia que tiene un hogar de acogida. «El dolor nos ha cambiado, nos hace volver a lo esencial, ordena las prioridades de la vida y devuelve la sencillez de la dignidad humana», reconocieron.