Con el peregrino argumento de perdonar toda pesca ilegal que se produzca de manera casual o “involuntaria”, en noviembre del 2016 el gobierno del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski promulgó el Decreto Supremo Nº 024-PRODUCE. La finalidad de este dispositivo es legalizar la captura de hasta el 10 por ciento de anchoveta en estado juvenil que pudiera realizar cualquier embarcación pesquera. En otras palabras, el gobierno del Perú está aceptando que se atente contra la cadena evolutiva de este recurso natural, poniéndolo en riesgo de caer en las garras de la depredación. No olvidemos que fue así cómo empezó el exterminio de la sardina.
Pero en vista de la voracidad que caracteriza a los armadores y empresarios del sector pesquero industrial, quienes viven el presente sin importarles el futuro, en menos de seis años ese 10 por ciento se ha cuadruplicado. Actualmente, la pesca “involuntaria” de anchoveta juvenil puede llegar tranquilamente hasta el 40…y no pasa nada. La depredación de esta especie avanza a paso lento pero incontenible y eso, por desgracia, parece no inquietar a nadie.
Pero eso no es todo. La actual temporada de pesca de este recurso acaba de ser autorizada a pesar de haberse advertido que el 70 por ciento de la especie todavía se encuentra en estado juvenil. Aquello de que en menos de un mes el pez podría alcanzar la talla reglamentaria, como trata de justificar el IMARPE, es difícil de creer. La anchoveta crece a un promedio de solo 1 centímetro por mes y la temporada es posible que solo llegue hasta fines de julio.
Por otra parte, la legislación peruana en materia de pesca sigue siendo la más frondosa y al mismo tiempo la más contradictoria entre todas las normas que rigen las demás actividades extractivas. Justamente esta contradicción, está permitiendo que desde hace ya varios años subsista en todo el litoral peruano una amenaza que ya se ha convertido en alerta roja.
En el papel, las primeras cinco millas de nuestro mar están reservadas en forma exclusiva para la pesca artesanal, vale decir para la extracción de especies destinadas al consumo humano directo. Pero en la práctica, se permite que embarcaciones de pesca destinada a la industria de harina y aceite, con redes de cerco y con capacidad de hasta 1,000 toneladas, también realicen sus faenas en ese espacio, acaparándolo todo.
Como se sabe, los armadores y empresarios de la pesca industrial están afiliados a la poderosa Sociedad Nacional de Pesquería, cuyos principales directivos han ocupado en determinado momento el cargo de Ministro de la Producción, habiendo hecho el doble papel de juez y parte. La mayoría de las disposiciones de pesca se han promulgado gracias a esta jugada en pared. Se podría decir, sin temor a equivocarnos, que los industriales pesqueros se han propuesto hacer del mar peruano un verdadero pan con pescado.
Y así lo ha acaba de advertir un grupo de armadores y empresarios del sector de pesca artesanal, quienes han emplazado al actual ministro de la Producción para que se derogue el Decreto Supremo 024-2016. Pero en vista de todo lo que está sucediendo en la actividad pesquera, donde ganan los que más tienen, es posible que el pedido no pase de ser un saludo a la bandera. Como siempre, el pez grande se come al chico.