Editorial

::: FIEBRE MUNICIPAL :::

Obras al final de gestión:

De por sí, esta historia se repite cada cuatro años. Cuando faltan escasos seis meses para concluir el periodo municipal 2019-2022, de pronto una fiebre de entusiasmo  impulsa a la mayoría de alcaldes provinciales y distritales a ejecutar obras a diestra y siniestra. Desde luego, esta fiebre no tiene  absolutamente nada de cuestionable, siempre que las obras respondan a las necesidades de la comunidad y no sirvan solamente para la foto.

A pesar que la cuenta regresiva ya ha comenzado, es obvio que  a estas alturas sería prematuro adelantar un balance final de la labor que cada una de las gestiones municipales  ha realizado o dejado de realizar hasta este momento  cada.  Falta todavía medio año más, pero por todo lo que estamos viendo, ya es posible presagiar los primeros resultados de este inquietante balance. Como bien lo dicen las sagradas escrituras, por sus obras los conoceréis.

En un emotivo discurso con ocasión del 28° aniversario de la creación política de Nuevo Chimbote, el alcalde distrital Domingo Caldas Egúsquiza aprovechó la ocasión para esbozar un apretado resumen de todas las obras que su gestión ha realizado en estos tres años y medio.  Pero eso no es todo. Muy seguro de sí mismo, no ha dudado en autocalificar  su gestión otorgándole un “buen puntaje”.

Sin duda la obra más resaltante es la reconstrucción de  treinta locales escolares que la comuna de Nuevo Chimbote ha ejecutado en diversos sectores del distrito gracias a la confianza del programa Reconstrucción con Cambios. Una labor inobjetable. Otra de las obras emblemáticas es el asfaltado de la pista de acceso a los balnearios El Dorado y Caleta Colorada, que está impulsando de manera decisiva el desarrollo del turismo y de la pesca artesanal.

Pero en medio de este justificado entusiasmo, no deja de causar  desazón el hecho que algunas obras se mantengan a medio ejecutar solo porque pertenecen “a la gestión anterior”. Tal es el caso del puente peatonal de Villa María y el teatro municipal que, no obstante la importancia que ambos proyectos tienen para la comunidad, ya parecen estar condenados a permanecer en el olvido. El principio de gobernabilidad establece claramente que no importa quién ejecuta la obra, lo que importa es qué tanto  la obra beneficia a la comunidad.

También poseído por esta fiebre de entusiasmo, más de los días el alcalde provincial Roberto Briceño Franco aparece en diversos medios de comunicación colocando la primera piedra de numerosas obras que se están iniciando en diversos sectores de la ciudad. No hay una sola de estas obras que no haya sido precedida por esta clase de ceremonia. Después de todo, la comunidad está en todo su derecho de compartir este entusiasmo.

En los tres años y medio que lleva al frente de la comuna provincial, y con la sola excepción del inicio de la avenida Costanera, la gestión del arquitecto Briceño no ha logrado hasta el momento ejecutar las  demás obras de impacto que prometió a lo largo de su campaña electoral. Sin ánimo de poner en duda su mejor voluntad, dudamos que en los  próximos seis meses  pueda cumplir con al menos una más de sus promesas.

Queda en cambio el sinsabor que causó lo sucedido con el bulevar Isla Blanca. A pesar de haberse quintuplicado el presupuesto inicial, solo dos de las seis cuadras han sido remodeladas y cada vez es más sonoro el clamor de los vecinos por la reposición de la reja de seguridad. Eso mismo ha sucedido con  el coliseo Paul Harris y el estadio Manuel Gómez Arellano, ahora convertidos en  “mercados temporales”.

Está  bien que en el último tramo de toda gestión municipal exista una fiebre de entusiasmo por ejecutar obras a diestra y siniestra. Lo que está mal es que las obras inconclusas o mal ejecutadas  queden como bombas de tiempo para la próxima gestión y que, como siempre, quien  pague los platos rotos sea la comunidad.