Grifos:
Todo parece indicar que el robo sistemático de combustible que practican algunos grifos en agravio de sus propios clientes, es un delito tan antiguo como rentable que se inicia y prospera conjuntamente con esta actividad comercial. Antiguos archivos periodísticos dan cuenta que esta práctica ilícita data de mucho tiempo atrás y genera ingentes sumas de dinero mal habido en casi todos los países del mundo. A lo largo de más de un siglo, el robo sistemático de combustibles ha sido objeto de múltiples denuncias y sonados escándalos, aunque no siempre los autores del delito han recibido la sanción que se merecen.
Uno de los objetivos del Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería, OSINERMIN, y asimismo de la Policía Fiscal, es precisamente combatir y sancionar esta antigua mala práctica, pero aún así algunos propietarios de grifos y estaciones de combustible se las ingenian para burlar los controles y seguir haciendo de las suyas.
El descubrimiento más reciente de esta desleal actividad acaba de ocurrir el último fin de semana en las instalaciones del grifo Buenos Aires (ahora Géminis EIRL) que funciona en el cruce de las avenidas Pacífico y Anchoveta de Nuevo Chimbote.
Como resultado de una intervención inopinada, los encargados de ambos organismos de control hallaron que algo raro estaba sucediendo con los dispensadores que utiliza este establecimiento. Según se ha podido conocer, estos dispositivos habrían sido manipulados para despachar al cliente un volumen de combustible menor al que aparecía en la pantalla. Es decir, se estaba cobrando por un metro de tela, pero en realidad se habría estado entregando solo 95 centímetros.
De acuerdo con el reglamento y demás dispositivos legales que norman la comercialización de combustibles, esta mala práctica tiene una enorme connotación delictiva. Cualquier propietario de grifo que convenga en realizar este tipo de actividad, de antemano está demostrando que lo hace con premeditación, ventaja y alevosía. Alterar un mecanismo de medición con la clara intención de obtener un dinero mal habido, no es algo que se puede aceptar como resultado de la ingenuidad o el descuido. No solamente de trata de una ganancia ilegal muy bien pensada, sino también de una vil faena que repercute en la economía popular.
Pero además de las sanciones administrativas y penales ya tipificadas, acciones de esta naturaleza alcanzan una implicancia imposible de obviar. Nos referimos al nivel de ética que necesitan acreditar los empresarios de este importante sector comercial.
Tanto en la calidad como en la cantidad del producto que expenden a sus clientes, los empresarios están en la necesidad de anteponer a todo ello los principios básicos de ética y honestidad. Nada podría causar más daño a la imagen de sus propios establecimientos que la tendencia a pisotear estos valores y generar desconfianza. Probado está que el éxito de una empresa no se logra ganando más dinero, sino ganando más prestigio.