Editorial

LA ÚLTIMA RUEDA DEL COCHE

Turismo y civismo:

Otra de las conclusiones a la que nos ha conducido la suspensión de los vuelos Chimbote-Lima-Chimbote es la necesidad de hacernos una autocrítica. Después de todo, cualquier oportunidad como ésta es propicia para que nos demos un golpe de pecho,  lo que no necesariamente significa llegar al extremo de victimizarnos, ni tampoco rasgarnos las vestiduras. En el mejor de los casos, pensamos que toda autocritica es  justa y necesaria en la medida que siempre es bueno mirarnos al espejo, pues esa es la mejor forma de advertir y corregir nuestro aspecto.

Durante los tres meses que hemos disfrutado  de este importante servicio, ha quedado bien claro que el motivo principal de los vuelos Chimbote-Lima-Chimbote han sido razones de trabajo, estudio y salud. Por mucho que cueste tener que reconocerlo, debemos admitir que ninguna de las personas que han hecho uso de este servicio, ha llegado Chimbote con la exclusiva finalidad de conocer sus atractivos turísticos, tampoco para disfrutar su gastronomía, ni para compartir con su gente.

Mientras grupos de visitantes y familias enteras  programan con  mucha anticipación una visita a Cusco, Puno, Arequipa, Chiclayo, Iquitos, etc., hasta hoy no sucede lo mismo con nuestro querido Chimbote. El llamado primer puerto pesquero del Perú y el mundo simplemente no aparece en los paquetes turísticos que ofertan las agencias de viaje y turismo a nivel nacional.

Y, desde luego, no se debe a que Chimbote y sus alrededores  carezcan de atractivos. Por el contrario, los hay y en buen número. En los  vecinos valles de Nepeña y Santa se encuentran los monumentos arqueológicos de Pañamarca, Punkurí, Paredones, El Castillo de Tamborreal y la Gran Muralla del Santa, una oferta  invaluable de historia y cultura milenaria.

Del mismo modo, a tan solo veinte minutos de emocionante viaje en chalana, podemos disfrutar la placidez que ofrecen las playas y paisajes de la incomparable Isla Blanca. Por otro lado, para deleite de toda la familia ahí está el solaz esparcimiento que brindan las instalaciones del Vivero Forestal y en igual medida el sobrecogedor paisaje de la bahía que se aprecia desde el Cerro de la Juventud.

Por añadidura, numerosas cebicherías, ahora a cargo de expertos  profesionales, ofrecen al público la exquisitez de una gastronomía originaria y sin parangón. Lo cierto es que en cuestión de atractivos y oferta turística, Chimbote no tiene nada que envidiar a otras ciudades.  En cualquier caso, lo que sí tendríamos que envidiar a esas ciudades es el trabajo de promoción turística que realizan sus funcionarios y autoridades.

La ley 29408, Ley General de Turismo, dispone que la responsabilidad de promover esta actividad corresponde al ministerio de Comercio Exterior y Turismo, en este caso a través de sus organismos descentralizados a cargo de los respectivos gobiernos regionales. Se sabe que en Chimbote tiene su sede la Sub Dirección Regional de Turismo que es un órgano de línea del gobierno regional de Ancash. Pero, por increíble que parezca, eso es todo lo que se sabe de esta dependencia. La labor que realiza su personal es prácticamente a puerta cerrada, sin el menor contacto con otros organismos y con el mundo exterior. Lo más reciente que se ha podido conocer de esta institución regional es que ninguno de sus cinco últimos jefes acreditó estudios ni experiencia en turismo.

Por lo que se logra conocer a través de los medios de prensa, es la Sub gerencia de Turismo de la Municipalidad Provincial del Santa la única institución que hace algo por el fomento de esta actividad. No hay que olvidar que, conjuntamente con la promoción de sus atractivos y servicios turísticos, toda ciudad necesita transmitir orden, limpieza, hospitalidad y civismo, es decir cultura turística. Y eso es lo que por ahora nos falta.

Sin embargo, no debe estar muy lejos el día en que Chimbote ingrese a la lista de ciudades turísticas y deje de ser la última rueda del coche. Recursos, los tiene; solo falta promocionarlos. Con toda seguridad, cuando eso suceda el servicio aéreo tendrá razones más que suficientes para volver a operar.

Mientras tanto, no está demás traer a colación que la bella y romántica ciudad de Venecia, cuya población nativa es de 35 mil habitantes, recibe  cada año 60 millones de visitantes con todo el movimiento económico que eso trae consigo. Ese milagro se llama turismo y civismo.