Por: Donato Díaz Nieto
El periodismo y el periodista, a través de la historia, siempre ha estado en el ojo de la tormenta, razón por el que el periodista, es o puede ser fácil presa, o bien del poder económico o bien de los políticos, o de los disconformes sociales, o también del desadaptado social. Cada uno de ellos responde a los intereses que representa. Dentro de esta salsa caliente se desenvuelve el periodista, desplegando esfuerzos para informar u opinar dentro de los límites de la moral y la ética; o en la elaboración de turbios contubernios o enmarañadas telarañas para lograr réditos impropios para colmar su avaricia.
Estos riesgos son permanentes en todo medio social, así que el nuestro no es ajeno a ello, donde en su momento fuimos el capital del acero y amos y señores de la industria de la anchoveta. Es en esta vorágine social y económica que salió a las calles el Diario de Chimbote, reflejando el momento histórico de la provincia del Santa, en toda su descarnada realidad, creando opiniones en el entorno social, favorables o controvertidas, por lo que se fue identificando como un medio irreverente, pero de gran sentido común, teniendo al frente a su curtido director don Wilfredo Peláez Gularte, quien, encandilado en medio de uno y mil demonios y la mar de tentaciones de poder, logró situarse en el periodismo alturado, imparcial, ideal de todo periodista de polendas; y para variar, no faltando por ahí gratuitos detractores.
El tiempo, implacable diseñador de nuestros destinos, se llevó al descanso eterno al bullidor fundador del Diario, dejando como herencia el conocimiento y la experiencia, tomadas en posta por nuestro amigo Javier Roberto Peláez Olórtegui.
Como no podría haber sido de otra manera, Javier Roberto, asume la Dirección del Diario de Chimbote, cuando estuvo en la cúspide de su producción periodística, cuando indefectiblemente, todos y cada uno de los santos días, veíamos al vecino llevar su periódico bajo el brazo, para disfrutarlo en la comodidad de su hogar, o en la tranquila banca de la plaza de armas, repasando las noticias, opiniones y anécdotas del día, adornado por acertados y llamativos primeras planas, y naturalmente trayendo como tema de fondo, el editorial dedicado y orientado a los intereses de la ciudad, lo que dejaba en sumo contento al lector, presto por sus noticias del siguiente día.
Este fue el reto de Javier Roberto Peláez Olórtegui, mantener y superar el buen momento del Diario. Bueno, se dice que el que hereda no hurta, habiendo estado ya en medio de muchas tormentas junto al padre no fue complicado asumir el reto, y vaya sí que lo logró. Seguimos disfrutando de editoriales juiciosos, controvertidos, controversiales, o acertadamente humanos, fiel a su formación académica humanista en nuestra Decana de América.
En suma, el Diario de Chimbote, ha tenido, tiene y tendrá el espacio y el privilegio de ir bajo el brazo del leal lector, frente a la feroz competencia con otros medios más sofisticados, pero sin haber logrado revertir la envidiable preferencia de sus devotos lectores, que día a día devoran sus líneas en plácidas tertulias de vecinos, porque hasta el chisme elegante siempre dan que hablar, si es que este lleva el sabor de la causa y el combinado al estilo pata salada; todo ello, gracias al que aceptó el reto y supo ganarlo y que ahora debe estar Descansando En Paz, sabiendo haber cumplido con su tierra, su Rico Chimbote.