Por: Víctor Andrés Ponce (*)
Luego de las trágicas y lamentables muertes de 44 peruanos durante el proceso insurreccional que desarrollan las vanguardias comunistas contra la Constitución y el Estado de derecho, las corrientes progresistas han comenzado a plantear una dicotomía más o menos en los siguientes términos: en el debate sobre la violencia y los trágicos saldos de muertes de peruanos estarían quienes defienden la vida y “quienes defienden la integridad de los aeropuertos, de la propiedad privada, y del orden y la autoridad”. El progresista agrega con aire de tragedia: ¡Yo me pronuncio en defensa de la vida!
El gesto y la frase conmueven y convocan la más amplia simpatía. ¿Quién podría estar en contra de la vida? ¡Todo es lindo y políticamente correcto! Sin embargo, ¿cuándo alguien planteó una dicotomía entre la vida versus un aeropuerto o la propiedad de una empresa? Nunca nadie se decantó por esa dicotomía o por esa alternativa binaria, como suelen decir los progresistas para invocar sus brujerías.
La verdadera dicotomía que enfrenta el Perú es entre la vigencia del Estado de derecho y el triunfo de un proceso insurreccional que desembocaría en un nuevo sistema de poder, a través de una asamblea constituyente. Las lamentables muertes de peruanos causadas por las vanguardias que desarrollan actos de guerra convencional, bloqueos de vías para desabastecer ciudades, ataques y destrucción de aeropuertos, ataques a comisarías que dejaron más de 300 policías heridos de gravedad, representan los resultados trágicos de una guerra contra el Estado de derecho. Es un inmenso escenario organizado adrede, en el que se busca la mayor cantidad de muertos para arrinconar la legitimidad del Estado de derecho.
En una estrategia insurreccional, si no se defiende un aeropuerto, en el acto, todas las vanguardias comunistas se lanzan sobre todos los aeropuertos del país, incluido el Jorge Chávez. Es decir, si ante una estrategia insurreccional de poder no se responde con el uso legítimo y constitucional de la fuerza, el Estado de derecho ha fallecido.
Hay que recordarles a los progresistas que el único sistema que ha posibilitado proteger la vida es el Estado de derecho, que se consolidó luego de la Gloriosa Revolución Inglesa y la independencia de los Estados Unidos. Los estados de derecho de esas sociedades, con sus sistemas de control del poder y diversos contrapesos institucionales, han permitido que la defensa de la vida prospere como nunca antes en la historia de la humanidad. O, ¿acaso existe algún otro sistema que proteja la vida? Por si acaso, el nazismo asesinó a más de 10 millones de personas y los comunismos en el siglo XX nos han dejado la tremebunda cifra de 100 millones de muertos. Hoy en día los países de la región donde más se amenaza a la vida son Cuba, Nicaragua, Venezuela y otros países bolivarianos.
Por todas estas consideraciones es evidente que si pretendemos defender la vida de los peruanos del presente y de las futuras generaciones tenemos que defender, incluso con nuestras propias vidas, la Constitución y el Estado de derecho de la actualidad. Vacilar por una frase bonita o un sofisma para ganar en el debate solo es jugar a favor de la insurrección y el proyecto totalitario que conlleva.
Al respecto debemos recordar que la defensa de la Constitución y el Estado de derecho en las dos sociedades en donde más se protege la vida en la actualidad (Estados Unidos e Inglaterra), incluso, produjo guerras civiles. Allí está la Guerra de Secesión en Estados Unidos por el esclavismo.
En cualquier caso, los derechos naturales del hombre (sobre todo el de la defensa de la vida), uno de los grandes debates del pensamiento occidental, solo se han constitucionalizado mediante los estados de derecho. De allí que en el Perú, luego de la lamentable muertes de peruanos, el Ministerio Público inicie una investigación preliminar sobre la muerte de civiles y policías. En la China de Mao, en la Rusia de Stalin o en la Venezuela de Chávez, algo así sería inimaginable.
(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)