Editorial

¿QUIÉN ASUME EL COSTO DE LA COSTANERA?

Es hora de poner las cosas en claro:

No podía esperarse otra cosa. El  estrepitoso  derrumbe de los muros de concreto que protegen  la avenida Costanera, ha estremecido los cimientos de Chimbote. Ayer mismo, a las pocas horas de haberse producido  este vergonzoso percance, el  alcalde provincial Luis Gamarra recorrió la zona afectada  en compañía de un grupo de técnicos de la comuna,  para  verificar la magnitud de los daños causados por este desastre; un desastre que, para dejarlo bien en claro, no ha sido ocasionado por la naturaleza sino por la mano del hombre.

Sorprendido por las características de semejante contingencia, la autoridad edil aseveró que ha solicitado con carácter de urgencia un informe técnico,  tanto al supervisor como al ingeniero residente. La obra, como se sabe,  comenzó a ejecutarse durante la gestión anterior y, a pesar de haberse vencido hace más de seis meses el plazo legal establecido en el contrato, ésta aún se encuentra inconclusa.

Ha dicho asimismo que de acuerdo con los resultados que se obtengan   tras la evaluación de los daños, la municipalidad tomará las acciones legales contra quienes resulten responsables. Si esto fuera así,  no cabría la menor duda de la promesa que hizo el alcalde Gamarra en el momento de asumir el cargo,  en el sentido que su gestión no aceptará el borrón ni cuenta nueva.

De otro lado  advirtió que, a diferencia de otras épocas,  él no está  dispuesto a otorgar un solo sol por concepto de adicionales de obra, dejando entrever claramente que tendrá que ser  la  propia empresa contratista quien asuma el costo de los daños, tal como lo establece la OSCE, el SEACE  y la Contraloría General de la República.

Con esta advertencia quedaría descartada  de plano aquella vieja y sibilina mala costumbre de otorgar ampliaciones presupuestales a obras que se encuentran en plena ejecución. De ser así, es de esperar que la municipalidad ya no tenga que cargar con el muerto ni con los heridos.

Es absurdo, por decir lo menos, que el expediente técnico de la obra más emblemática de la gestión 2019-2022,  no haya previsto el riesgo que representa para una construcción de esta naturaleza el comportamiento de las mareas, las mismas que, en  el  caso específico de Chimbote, son de condición moderada y no alcanzan niveles extremos.

Pero muy aparte del cuantioso daño económico  y del tiempo que va a demandar la reposición y fortalecimiento de los muros,  no pasa por desapercibido el daño que esta clase de contingencias ocasiona a la imagen de la ciudad. Con tantas obras paralizadas,  mal ejecutadas y con solo la colocación de la primera piedra,  Chimbote se mantiene ante los ojos del país como una ciudad proclive a recibir gato por liebre.

Esta inmerecida apreciación, desde luego, tiene que revertirse por completo y eso dependerá, entre otras cosas, de quién asuma el costo de los daños que ha sufrido la avenida Costanera.