Opinión

¿El Perú podrá derrotar el gigantesco monstruo de la informalidad?

Por: Víctor Andrés Ponce (*)

Cada vez que hablamos de la informalidad y de las propuestas para combatirla, de una u otra manera, asoma el rostro de la derrota. Cada reforma, cada cambio para combatir la informalidad, parece aumentarla a niveles incontrolables. A pesar de que el PBI se ha cuadriplicado en las últimas tres décadas, no obstante que nuestra sociedad es una de ingreso medio, luego de la pandemia y del gobierno de Pedro Castillo el Perú parece más informal que antes.

En los ochenta la informalidad se focalizaba en las posesiones de los barrios populares, que se apoderaban de las ciudades, y de las comunidades campesinas. Hoy las urbanizaciones populares se han formalizado y se han convertido en el área de las nuevas clases medias; pero la informalidad se ha disparado en todas las áreas de la sociedad: la minería informal, la mayoría de los contratos de trabajo, los servicios y negocios en los mercados emergentes e, incluso, este fenómeno ha llegado a la propia política buscando una representación directa.

¿Qué significa semejante escenario? ¿Acaso que la informalidad comienza a disolver la sociedad? Una manera de entender las cosas es que el fenómeno lo destruye todo. Otra es que en el Perú pugna por surgir un nuevo orden que exprese a la mayoría de la economía y la sociedad.

Una de las cosas que se debe tener en cuenta es que todas las sociedades que han alcanzado el desarrollo, en una determinada etapa de su historia han padecido el mismo problema que hoy enfrenta el Perú: dos sociedades, una formal minoritaria y otra informal de mayorías. El desarrollo en Occidente fue posible porque los países acabaron la realidad de dos sociedades y construyeron una bajo el imperio del Estado de derecho. ¿Cuál fue la clave? Invirtieron la mirada. En vez de mirar las cosas de arriba hacia abajo, observaron el problema de abajo hacia arriba.

En el Perú las izquierdas y derechas creen que es posible seguir manteniendo el orden de cosas porque el sector moderno, el sector privado, financia más del 80% de los recursos del Estado. Las élites que controlan la política y el Estado ignoran que alrededor del 70% de la economía y la sociedad permanece con un pie dentro y otro fuera de la formalidad. Y no perciben que si se mira de abajo hacia arriba, el aporte de una sola economía, de una sola sociedad, nos lanzaría muy rápidamente al desarrollo.

¿Qué significa mirar las cosas de abajo hacia arriba? Por ejemplo, derogar todas las leyes que promueven la estabilidad laboral. ¿Por qué? Porque en el mundo emergente, porque en los mercados populares desde Juliaca hasta Huancayo, la flexibilidad laboral es el principio de cualquier relación de trabajo. Así también sucede en el mundo desarrollado. Sin embargo, el Estado oficial cree que se puede seguir declarando derechos mientras se condena a la mayoría de los trabajadores a la informalidad.

Igualmente, desde la bodega del distrito, del restaurante provincial o de la fábrica en la capital regional, se debería simular cuánto tiempo demanda y cuánto cuesta desarrollar los trámites para formalizar un negocio en el municipio, en el gobierno regional y en el ministerio. De esas simulaciones, de esos estudios, debería surgir el gran shock antiburocrático que necesita el Estado peruano para formalizar su economía y alinearse con los preceptos desreguladores de la Constitución de 1993 y los 22 tratados de libre comercio.

Algo más. Sobre estas bases se debería calcular económicamente qué significaba la carga impositiva actual para los pequeños negocios, más allá de la actual legislación sobre la pequeña y mediana empresa. Desarrollando flujos de ingresos, gastos y rentabilidad se debería establecer cuáles son las pautas de una reforma tributaria que permite crear una sola economía nacional. Es evidente que las conclusiones apuntan a una desregulación general y a menos impuestos.

La idea de una sola economía acabaría con el debate sobre la falta de ingresos del Estado, porque la masa tributaria se ampliaría de tal manera que el incremento de los recursos fiscales ya dibujaría el borrador de un país que avanza hacia el desarrollo.

(*) Director de El Montonero (www.elmontonero.pe)