Opinión

Las políticas públicas y el gestor público que todos deseamos

Por: Oscar Wong (*)

Hace unos meses atrás, ante el preocupante y desbordante incremento de criminalidad en el país, diversos distritos de Lima como regiones, solicitaban al ejecutivo imponga estados de emergencia en sus respectivas comunas o gobiernos. Otorgados estos, el resultado fue aún más preocupante y alarmante, la ola de criminalidad en estas zonas no disminuyó e inclusive estos actos seguían ocurriendo a plena luz del día, a pesar del despliegue policial y militar. Esto demuestra claramente que las políticas públicas no deben ser reactivas, “apaga incendios”, sino más bien estratégicas y consecuentemente planificadas; esto es lo que llamo, una política pública estratégica. Un plan estratégico parte de mi realidad actual y se proyecta hacia mi situación ideal futura. De esta manera, la realidad país y las políticas públicas relacionadas a seguridad, salud, producción, turismo, economía, etc., se conjugan para verdaderamente reflejar y plasmar resultados que sean completamente palpables en el corto, mediano y largo plazo; y no el fiasco que resultó las medidas de estados de emergencia dadas por el gobierno central últimamente.

Para que se implementen y ejecuten aquellas políticas públicas “estratégicas”, es necesaria la intervención del gestor público más adecuado (la autoridad con mayor capacidad de gobierno y liderazgo), aquel que haga que las cosas sucedan ¡y bien!; aquel que logre resultados e impactos directos en el bienestar de las personas y sociedad en general. Y esto se hace gobernando bien, que no es otra cosa que saber potenciar, a través de un buen liderazgo, la relación entre los grupos de interés (actores públicos, privados, sociedad civil, ciudadanos, etc.); es la única forma de lograr resultados aceptables y saludables. La gestión pública exige: buenos gobernantes, políticas públicas con resultados palpables, desarrollo país (nacional, regional y/o local), y beneficio ciudadano. Para ello se requiere de los mejores gestores públicos, y eso no es negociable. ¿De quién depende? Sólo de nosotros, los electores.

Es sencillo de entender, ¿qué hizo que un país conocido mundialmente como el más violento y sangriento, se convierta en tan sólo 5 años en el más seguro del planeta? Los elementos claves fueron: la “política pública estratégica” y el “gestor público adecuado”. Esta combinación de ingredientes, que incluyen elementos tales como: (1) estar preparado, capacitado, ser capaz; (2) tener voluntad política, deseo de hacer las cosas bien; (3) horizonte claro, un plan de acción a ejecutar; (4) tiempo proyectado; y (5) una ejecución impecable y transparente; fue lo que le permitió a un país como El Salvador, convirtirse al 2024 en el ejemplo de seguridad ciudadana y cero criminalidad más relevante para Latinoamérica y el resto del mundo. Cinco años (tiempo), una estrategia clara en cuanto a la criminalidad y la seguridad del país (política, horizonte, ejecución) y su presidente, Nayib Bukele (gestor líder, capaz, voluntad política); bastó para que este país centroamericano se convierta en un lugar seguro y apacible para sus conciudadanos y los turistas que cada vez más se animan a visitarle. Esto es lo que todos deseamos, un gobernante gestor que sirva a nuestros verdaderos intereses, que haga de nuestra sociedad y comunidad un lugar deseable para vivir y emprender, para desarrollarse personal, familiar y profesionalmente. Nayib Bukele se ha convertido en la referencia de buen gobernante y ha puesto un techo bastante alto con el cual medirse; un reto por ahora imposible para nuestras autoridades locales y nacionales.

Tener una autoridad “apta” para la función que ostenta, no sólo contribuye a la mejora del desempeño del propio sector público, sino que brinda cierta seguridad a todos los administrados de que seremos beneficiados con la correcta y eficiente gestión de aquel. En cambio, tener al alguien incompetente genera retraso, pérdida, caos; tan sólo basta mirar los gobiernos regional y local que nos antecedieron; qué tanto hicieron progresar nuestra comunidad, qué tanto desarrollo generaron, cuántas familias salieron del umbral de pobreza o pobreza extrema; cuántas se beneficiaron de agua, desagüe y luz; cuántos micro y pequeños empresarios quebraron cuando no debieron; cuánta informalidad hemos superado; cuánta corrupción aún nos queda o cuánto y cómo la estamos combatiendo; cuánto se ha mejorado la red de educación y la red salud; cuánto turismo se ha generado e incrementado; y la lista sigue porque es muy larga. Esto me hace recordar algunas notas del libro de proverbios sobre el gobierno del hombre: Si no hay buen gobierno, la nación fracasa, el triunfo depende de los muchos y buenos consejeros. Quien gobierna con la justicia afianza la tierra, pero el hombre que acepta soborno la destruye.

Llegado a este punto, da mucha curiosidad saber cuáles fueron o son los planes a mediano y largo plazo para Ancash, para Chimbote, para Nuevo Chimbote y los demás distritos de la Provincia del Santa; cuáles serán las políticas públicas estratégicas que implementarán nuestras autoridades y que nos llevarán de esta realidad a una mucho mejor. Teniendo el tercer mejor presupuesto público del país, ¿podremos ya implementar algo que nos permita superar el desarrollo socioeconómico de regiones tales como La Libertad, Lambayeque y/o Piura? De pronto, ponemos nuestro grano de arena y alertamos sobre algo –de mucho– que es urgente, la ciudad necesita anticiparse e implementar una política pública estratégica en seguridad ciudadana, antes de que la criminalidad campee en la magnitud como lo está haciendo ya en otras ciudades y regiones; anticiparse para no tener que llamar a papá gobierno y pedirle “estado de emergencia”. Un buen inicio sería, implementar una red integrada de cámaras de vigilancia a nivel provincial y distrital (que sí funcionen 24/7), así como potenciar y capacitar al capital humano de monitoreo, el serenazgo municipal y las comisarías locales en lo que se requiera, e integrar a estos organismos para tal finalidad. Querer es poder, quien quiere hacerlo realmente lo hace, sin excusas; al estilo Bukele.

(*) Abogado, MBA Centrum, Mtr. en Liderazgo EADA España. Mtr. en Biblia y Teología DTS EEUU (en curso)

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