Opinión

Una Ciudad Impresentable

Por: PIER MAGUIÑA ROJAS (*)

¿Por qué razón hemos normalizado el caos, el desorden, la suciedad, los basurales en todas las esquinas de nuestras calles, las pistas desastrosas, los olores fétidos, las obras de infraestructura pública mal ejecutadas, una imagen de ciudad venida a menos, entre otros? ¿Por qué tenemos que vivir en un distrito abrumadoramente hostil con sus propios conciudadanos ¿?.

Han transcurrido dos décadas desde que migré hacia una enriquecedora experiencia profesional fuera de nuestras fronteras, cinco alcaldías entremedio y una ciudad que involuciona a despecho nuestro. Por eso levanto la mano para oponerme enérgica y alturadamente a ese predominante y nocivo conformismo de tener que aguantar y aceptarlo todo como si esto fuera nuestro irreparable destino o, lo que es peor, no cuestionar que existes y convives en medio de una pocilga quizá porque inevitablemente ya eres parte de ella … y crees que poco o nada puede hacerse.

Es lógico que quien viene de afuera se da cuenta de cosas que quien está dentro no las ve.  Pero en esta perspectiva de la realidad es fundamental la posibilidad de tener puntos de referencia de otras naciones que están, indudablemente, al menos 02 escalones por encima nuestro en su madurez cívica, social, económica y moral.

Ya no estamos en época de justificar lo injustificable, si queremos una urbe distinta, no rezagada, transformada y a la altura de los tiempos que corren en otras partes del mundo, debemos cerrar filas alrededor de todos los antivalores que nos afectan masiva, colectiva y socialmente.

Titulé a este artículo como “una ciudad impresentable” – pudiendo incluso referirme al país completo – pero esta vez circunscribo mi análisis a Chimbote -. Sin perjuicio de lo que señalé líneas arriba existen otros temas aún más inverosímiles como por ejemplo que sea común encontrar incrustado en sitios urbanos dos estaciones que expenden combustibles y gases letales una frente a la otra, ¿quiénes y por qué autorizaron esas licencias?, si eso a todas luces es un inminente llamado a la desgracia, ¿por qué desperdiciamos el buen uso de nuestro estadio Centenario?, una infraestructura vital para cerrar la brecha de la mediocridad deportiva. ¿Por qué nuestra principal Avenida Pardo es un constante monumento y una oda del desastre y de todos nuestros antivalores?, por otro lado, la vergonzosa y absoluta falta de respeto hacia los peatones con señales de tránsito que son invisibilizadas, inadvertidas y despreciadas por casi todo aquel que conduce un vehículo motorizado, además de la desenfrenada imprudencia, y esa inmotivada e injustificada contaminación acústica en las calles y avenidas de mayor tráfico.

En mi opinión estamos frente a una responsabilidad compartida porque, por un lado, ¿cómo es posible que al estado (Gobierno local) no le importe el ser humano y su calidad de vida?. Ahora bien, una ciudad limpia, ordenada, aseada y mucho más civilizada no es la que más se barre o se pule todos los días; sino la que menos se ensucia y donde se promueve el respeto como insumo capital para una mejor convivencia.

Estamos cerca de un nuevo año electoral, y el caso de los sueros defectuosos de Medifarma que comprometen gravemente a la Digemid y al Ministerio de Salud no hace otra cosa que resquebrajar, erosionar y devaluar mucho más la confianza hacia nuestras debilitadas Instituciones Públicas, porque desnudan  la falta de control y de fiscalización de los órganos reguladores del Estado, y de cómo además las propias leyes favorecen el monopolio en áreas absolutamente sensibles y vitales como la salud de toda una nación.

Es imprescindible recordar que las personas no deciden su futuro, deciden sus hábitos y son sus actos los que deciden su futuro. Por eso debemos y tenemos que convertirnos en verdaderos agentes de cambio comenzando por nuestra propia ciudad, mejoremos urgentemente nuestra conducta cívica y nuestra capacidad de vivir en sociedad, propiciemos un inspirador cambio de postura, elijamos a genuinos servidores públicos y no a quienes creen que posarse en el aparato estatal es para procurarse un beneficio personal.

Finalmente, cualidades como la probidad, la transparencia y la idoneidad son atributos que, aunque escasos, debemos identificar y validar entre quienes aspiren a tener poder político cuyas decisiones juzgará la historia.

(*)MBA por la Universidad del Desarrollo, SCL