Desde hace algunas semanas los medios de comunicación advirtieron que entre la vasta información policial que se consume a diario en nuestro puerto, existía una suerte de estadística bastante preocupante y peligrosa, como era la presencia de muchos menores de edad involucrados en hechos delictivos en la jurisdicción de la comisaria 21 de abril.
Si bien es cierto que el lumpen y la delincuencia organizada suelen echar mano de menores de edad para facilitar su accionar delincuencial aprovechando que aquellos se encuentran al margen del radio de acción del derecho Penal y no tienen castigo, de un tiempo a esta parte los menores involucrados en el hampa ya no eran solo colaboradores o engranajes de una gavilla delictiva sino que eran miembros integrantes de la misma, generalmente integrada por otros menores cuyas edades frisan entre los 13 y 17 años de edad.
Y para corroborar este pernicioso escenario, la semana pasada la Policía se vio sorprendida cuando intervino en sendos asaltos y al detener a los protagonistas resultaron ser menores de edad y entre ellos dos infantes de apenas 13 años, lo cual no puede dejar pasarse por alto por que amerita acciones más contundentes por parte de las autoridades.
Los dos casos ocurrieron el último día del mes de julio, el primero de ellos en el A.H. Las Delicias, cuando un patrullero observó que un chofer forcejeaba con dos ocupantes, los cuales al ver la presencia policial trataron de fugar, sin embargo, fueron aprehendidos e identificados como N.G.H.H de 13 años y D.A.M.F de 16 años quienes fueron plenamente reconocidos por el agraviado.
El segundo caso se registró en el A.H. “25 de mayo”, en donde el taxista Freddy Ramírez Orbegoso fue abordado por tres pasajeros que apenas subieron al vehículo lo amenazaron con un cuchillo para despojarlo del dinero que había recaudado, así como su celular y efectos personales.
Cuando se dieron a la fuga el chofer llegó a la comisaría de Alto Perú con cuyos efectivos salieron a buscar a los hampones y los hallaron pocos minutos después. Su sorpresa es que se trataba de dos menores de edad los cuales fueron identificados como MCFC (13) y SAGT (17), quienes también fueron reconocidos por el agraviado.
Si la memoria no nos traiciona es la primera vez en la historia policial de Chimbote que dos menores de 13 años de edad son detenidos el mismo día cuando son sorprendidos asaltando a transportistas junto a otros adolescentes.
Lo que llama la atención es la edad de estos menores que apenas si han salido de la infancia, son impúberes que recién han terminado la Primaria, ni siquiera han podido completar su discernimiento y ya son capaces de empuñar un arma o simular que tienen un instrumento ofensivo para asaltar a la gente.
Empero, si nos detenemos en la información policial podremos concluir que se trata de menores que han escapado en absoluto al control familiar y del seguimiento de sus padres, pues en ambos casos los delitos se han perpetrado en horas de la medianoche y la madrugada, por ende, los padres de esos mozalbetes de 13 años deberían saber qué es lo que están haciendo, con quienes se reúnen, por donde están caminando a esas horas.
Hace algunos años las autoridades debieron movilizarse ante la aparición de las tristemente célebres pandillas juveniles, las gavillas integradas por menores de edad que eran incentivadas por gente del lumpen y que se promovían con el ánimo de enfrentar a grupos rivales, para robar y obtener dinero de manera ilícita.
Estas gavillas llegaron al extremo de la criminalidad cuando sus enfrentamientos derivaron en crímenes de jovenzuelos que terminaban atravesados por verduguillos o con el cráneo destrozado como consecuencia de ataques brutales con ladrillos en medio de las sangrientas grescas que se generaban.
Estas gavillas fueron caldo de cultivo de las repudiables fiestas chicha, aquellas actividades nocturnas de promotores que solo se preocupaban del lado lucrativo y las pingües ganancias que les generaban esta actividades ya que ni siquiera contaban con las autorizaciones correspondientes, empero allí se consolidaban rivalidades que luego se dirimían de manera feroz en las calles.
Esto se terminó no solo poniendo restricciones a esas actividades nocturnas y al funcionamiento de los locales en horas de la madrugada., sino con arremetidas de las autoridades educativas y los programas sociales gubernamentales para promover y sensibilizar a los padres respecto a la educación de sus hijos, fundamentalmente, en el control y seguimiento de sus vástagos que eran ganados por esas gavillas.
Tal parece que las autoridades dejaron de pisar el acelerador y han dejado que nuevamente la delincuencia gane a los menores de edad, hace solo dos días fueron detenidos otros menores que estaban robando en la urbanización 21 de abril, a la cual identificaron como la “banda de los petisos de la Balanza”, entre los cuales se encontraban nada menos que dos menores de 12 y 14 años de edad, lo que pone de manifiesto el serio sesgo que viene tomando nuestra niñez en el campo de la delincuencia.
No es posible que niños que deberían estar en las aulas estudiando, que deberían estar en las losas deportivas haciendo deporte, que deberían agotar su tiempo en los parques en actividades de recreación, hayan caído en las manos de la delincuencia y remplacen el lapicero o la pelota por un cuchillo o una trampera.
Esto está tomando visos realmente peligrosos, la presencia de mozalbetes con cada vez menos años en los actos delictivos debe representar una señal de alerta para nuestras autoridades, hay que retomar las acciones preventivas de antaño, se tiene que sensibilizar más en las escuelas y en los barrios, no se puede permitir que menores que apenas frisan los 12 o 13 años se encuentren en las comisarías o terminen en albergues de menores por su vinculación con el delito. Esto a la larga es mucho peor y sella el delictivo camino que les espera en el futuro.
Es evidente que el problema es de raíz, hay que enfilar las baterías hacia los hogares, se tiene que comenzar por los padres de familia que no están orientando y atendiendo debidamente a sus hijos en el hogar. No esperemos que este problema se torne incontrolable.