“Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera que sea su denominación”.
 Esta es una garantía de la administración de justicia, un derecho fundamental de toda persona que está contenida en el Inciso tercero del artículo 139 de la Constitución Política del estado y que traduce uno de los principios fundamentales de nuestro sistema jurídico cual es el Debido Proceso.
Esto nos indica que todos debemos ser sometidos a la competencia de la justicia peruana cuando existe de por medio una denuncia por una intervención flagrante de la comisión de un delito, nadie puede irrogarse la atribución de aplicar la ley cuando ello solo corresponde al Poder Judicial.
Hacemos este preámbulo a propósito de los hechos de extrema violencia registrados la semana pasada en el A.H Villa del Sur, en donde los pobladores consiguieron capturar a un ladrón que fue sorprendido por la propietaria de un inmueble cuando estaba robando una laptop en horas de la madrugada.
El sujeto fue identificado como José Andrés Castillo Otoniano, un sujeto de 21 años de edad, que fue sorprendido cuando había ingresado a una vivienda, por lo que los vecinos organizados lo sorprendieron y lo persiguieron hasta capturarlo, por lo le propinaron una severa paliza y estuvieron a punto de cometer un exceso.
Cansados de sus fechorías los moradores lo ataron de pies y manos y rociaron gasolina con intenciones de quemarlo. Lo golpearon con un palo así como lo castigaron con patadas y cuando se disponían a encender fuego apareció una unidad del serenazgo de Nuevo Chimbote que lo rescató y llevó a la comisaría de Buenos Aires.
Contrario a lo que pensaban los vecinos, Castillo Otiniano volvió a ganar la calle indignando a los moradores. Algunos lo vieron llegar a su casa en estado presuntamente drogado y con la carga de indignación que llevaban encima lo agredieron exigiéndole que se retire del lugar porque no quieren volver a ser víctimas de sus fechorías.
Inclusive, advirtieron a sus familiares que en el supuesto que lo vuelvan a atrapar robando le darían un severo castigo que le quitará el gusto de apropiarse de los bienes ajenos. “Es ratero y drogadicto, tenemos que cuidar a nuestras hijas por lo que le decimos que mejor se vaya a vivir a otro lado” dijeron moradores de Villa del Sur.
Justamente, hacía solo dos meses atrás otros vecinos, esta vez de la Urbanización José Carlos Mariátegui, habían conseguido atrapar a un ladronzuelo de 17 años de edad y decidieron darle un merecido castigo, lo ataron a un árbol y allí descargaron su furia e impotencia por no poder resguardar debidamente sus propiedades de estos maleantes.
Así como en el caso anterior, el adolescente fue rescatado por agentes del serenazgo antes que pudiera recibir mayor castigo y antes que la furia de una turba pueda terminar con su vida como se ha visto en otros casos.
Lamentablemente, el propio accionar ineficiente y desidioso de los operadores de justicia lleva a estos vecinos a tener que echar mano a la justicia popular en buscar no solo de paliar esa sed de justicia que los consumen frente a hechos delictivos reiterativos, sino de llamar la atención frente a una situación de inseguridad y justicia que advierten en las calles de Chimbote.
En efecto, los robos no se detienen ni en la zona urbana y menos en la zona periférica de Chimbote, los delincuentes siguen haciendo de las suyas e indigna que no tengan en cuenta la condición humilde de las viviendas a las cuales ingresan y terminan llevándose lo poco que han adquirido los propietarios con el esfuerzo de sus ahorros.
Quien no ha sido víctima de un robo o un asalto en su vivienda, no está en condiciones de poder compulsar la ira e indignación que genera el accionar de los maleantes que en cuestión de minutos son capaces de llevarse lo que una familia ha ahorrado y adquirido en con mucho esfuerzo y trabajo.
Lo más grave es que esa clase de latrocinios es continuo, razón por la cual en el AH. Villa del Sur han reaccionado de manera furibunda teniendo en cuenta que el sujeto a cual atraparon era el mismo que antes ya ha sido detenido por hechos similares pero rápidamente gana las calles, por ello es que convienen que si en esta oportunidad no son lo suficientemente contundentes como para que no regresen más, para que escarmienten, entonces tendrán que apelar a fórmulas mas categóricas.
Si nuestros lectores nos damos el trabajo de buscar a través de internet cuantos linchamientos se han registrado en los últimos tiempos, podrán verificar que se trata de un hecho recurrente al cual se someten los delincuentes a sabiendas que podrían castigarlos de manera rigurosa.
De allí que no se trata únicamente de una reacción descomunal de los pobladores, es la respuesta a una sumatoria de hechos que los convierten en víctimas vulnerables en la delincuencia y casi nunca llegan a recuperar lo que pierden en estos actos delictivos.
Ahora que ha crecido el número de linchamientos es pertinente que las autoridades asuman su rol y busque la manera de impedir que los pobladores lleguen a extremos trágicos cuando se trata de castigar a un ladrón que ha sido sorprendido con “las manos en la masa”, más aun cuando un desenlace más grave los podría poner en serios aprietos.
De allí que hay que confiar en nuestro aparato de administración de justicia, ex evidente que la gente suele denunciar hechos realmente suspicaces en los cuales las resoluciones de los magistrados solo permiten la impunidad para estos delincuentes, empero, cuando se consigue atrapar a uno de los malhechores lo menor es entregarlos a las autoridades policiales luego de aplicar el castigo de rigor.
No estamos ante una reacción popular desdichada, nos hallamos frente a una indignación popular que ha crecido durante todos estos años por la indiferencia en el castigo jurisdiccional que se merecen estos delincuentes. Esperemos que por lo menos de esta manera aprendan la lección y se dejen de estar alargando la mano para desojar lo que muchos adquirimos con esfuerzo y sacrificio.