POR: GERMÁN TORRES COBIÁN
Nelson Cicerón Vásquez Baca, ex presentador del programa “El poder de la información” de Canal 25, se aventuró a hacer periodismo televisivo igual que muchos locutores actuales que se han dedicado a tal menester sin haber pasado por un aula universitaria o, por lo menos, haberse capacitado de manera autodidacta. Sin embargo, si no me equivoco, Vásquez Baca sí tiene formación académica y se supone que conoce los principios básicos del periodismo. En sus primeras intervenciones en la TV porteña sus comentarios lograron cierta credibilidad y audiencia, aunque a veces soltaba alguna barbaridad, como aquella en que al cumplirse el Centenario de Chimbote (2006), propuso traer a Maradona o Mark Anthony “para que nuestro puerto sea conocido en el mundo”. O como aquella otra en que, ante las amenazas del pandillaje, reclamó la salida a las calles de infantes con metralleta en mano y tanquetas de la Marina de Guerra. Parecía que con su locuacidad, Vásquez Baca intentaba emular al auténtico Cicerón (Marco Tulio, famoso por su elocuencia), pero solo lo remedaba. Sea como fuere, de todo esto se aprovechó la mafia de César Álvarez para corromperlo, igual que lo hizo con ciertos espantajos que fungían de periodistas como Sandor Renilla, Rossy Olivares, Juan Sánchez, Richard Rodríguez, Juan “Johnny” Espinoza Linares (“El caballito justiciero”, hoy en manos de la justicia), entre otros.
La pesadilla que ahora padece Nelson Vásquez en Cambio Puente empezó a forjarla él mismo a partir de su alistamiento en la banda delictiva “Cuenta Conmigo”. En ese momento olvidó que dedicarse al periodismo requiere honestidad y seriedad en quien lo practica. En efecto, ningún hombre de prensa que se respete a sí mismo puede excluir el hecho de que en un entorno difícil y corrupto, el periodismo debe asumir unas responsabilidades que posiblemente en otras situaciones no le involucrarían tanto. Ciertamente, era difícil y corrompida la circunstancia creada por César Álvarez en Ancash. La misión de la prensa en esos momentos era informar objetivamente acerca de lo que estaba ocurriendo en Chimbote y la Región. Era un imperativo kantiano cumplir con la función de informador, fiscalizador y crítico de los desmanes que se estaban consumando.
Sin embargo, Nelson Cicerón renunció a esa tarea. Mientras la mafia se llenaba los bolsillos con el dinero de los diezmos, Vásquez Baca apañaba estas fechorías hasta el extremo de decirle una vez al público televidente: “Señores, las coimas deben legalizarse, en todas partes del mundo se practican…”.En diciembre de 2013, mientras se iban destapando poco a poco las graves irregularidades que estaban cometiendo Álvarez y sus compinches con el dinero del GRA, Nelson Vásquez Baca tuvo la increíble osadía y desfachatez de comparar subliminalmente a “la bestia de Ancash” con Nelson Mandela (que había fallecido en ese mes), e insinuó que se nombrara a Álvarez  “personaje del año”. Y cuando unos fiscales honestos descubrieron el entramado delictivo que se cocinaba en la “Centralita”, NVB salió en defensa de la red mafiosa alvarista, no intentando ocultar tal evidencia (como lo hizo el ahora sentenciado Luis Arroyo Guevara que con un colchón en el hombro bramó: “¡La Centralita es un mito urbano!”), sino afirmando: “En todo el Perú existen ‘centralitas’. Esa práctica es de lo más normal. Todos los políticos tienen sus periodistas a quienes pagan por publicar información según su conveniencia. Esto no tiene nada de malo, señores. No se sorprendan”. este irracional punto llegó su vomitiva perorata a favor de la corrupción.
Según el Tercer Juzgado Penal Nacional, existen tres testigos que se han acogido a la colaboración eficaz y que señalan a Nelson Vásquez Baca como “uno de los periodistas que apoyaron a la organización criminal” liderada por Álvarez. Un cuarto testigo ha declarado que Vásquez Baca “mensualmente se dirigía a la oficina denominada ‘La Centralita’, ubicada en la Urb. La Caleta-Chimbote, a fin de cobrar por sus servicios a César Joaquín Álvarez Aguilar, dinero que salía de los diezmos que obtenían de las licitaciones de obras públicas del Gobierno Regional de Ancash”. Al parecer, cinco mil soles al mes fue el precio de la compra de la conciencia de Nelson Vásquez Baca, además de la inclusión de su hija en laslistas municipales de “Cuenta Conmigo” en 2009. Por su parte, Adela Vásquez, una vez elegida, planteó en la primera sesión del pleno edil el aumento inmediato de las dietas de los regidores. De tal palo…tal arpía.
ÂÂ Desde el penal de Cambio Puente, NBV tal vez nos pregunte por qué involucramos a su hija en los disparates que cometió. Y quizá rompa este Diario que ahora seguramente está leyendo, tal y como acostumbraba a hacerlo en su programa cuando las publicaciones no eran del agrado de su amo César Álvarez. Nosotros le respondemos, ¿no se metió él con las personas honorables?, ¿olvida el dolor causado a Fiorella Nolasco, cuyo hermano y padre fueron asesinados vilmente?, ¿no se enteró del sinnúmero de barbaridades que se estaban cometiendo con el dinero de Ancash? Le recordamos que él y sus compinches emplearon la calumnia, el lenguaje procaz e insultante contra honrados periodistas, sacerdotes, fiscales, jueces y gente corriente, y contribuyeron al desastre económico, político y social que ahora padece Ancash.
El pueblo de Chimbote jamás debe olvidar que César Álvarez Aguilar junto a empresarios, policías, magistrados y profesionales corruptos, amén de un puñado de locutores de baja estofa, formaron un grupo salvaje que ha llevado a la Región Ancash a un grave retraso en su progreso. Todas estas ratas se dedicaron a roer los cimientos de las instituciones ancashinas, sin importarles sobre quiénes iban a caer los escombros. Nunca como con Álvarez y sus secuaces, la codicia por el dinero había sido tan insolente con la pobreza y extrema pobreza del pueblo: asociación para delinquir, peculado, cohecho, colusión, enriquecimiento ilícito, planillas fantasmas en el Proyecto Chinecas e invasiones de terrenos, entre otras infamias, se dieron cotidianamente en su desastrosa gestión. Todos estos desmanes los alentó insistentemente Nelson Cicerón Vásquez Baca durante la siniestra etapa de su desempeño como periodista venal en la TV porteña.