La farsa oficial
Por: DANTE BOBADILLA (*)
Habrá que hacer un extenso recuento histórico de los últimos años para determinar cómo fue que llegamos a la paradójica situación actual, en la que somos gobernados por un partido salido de la nada, y con una izquierda de exigua representación dirigiendo el Congreso. Hemos sido testigos de una de las más truculentas series políticas, que parece salida del realismo mágico.
¿Cómo nos vendieron este libreto? De la misma manera en que nos han convencido de que lo blanco es negro, que lo legal es ilegal, que los violentistas son los buenos y los policías los malos, y que las turbas son la verdadera democracia. Así como declaran héroes a quienes quieren y llaman golpe cuando les afecta. Toda la farsa que vive hoy el Perú se sostiene en una serie de relatos impuestos por un implacable ejército de activistas de prensa y redes sociales, capaz de convertir a un presidente inepto en ídolo popular, y a un modesto congresista (víctima de las circunstancias) en un déspota usurpador, dictador, asesino, acusado de delitos de lesa humanidad. Nos hacen creer todo lo que quieren. El relato suplanta a la realidad.
La maquinaria del relato opera todos los días, mientras un equipo se dedica a montar los escenarios para venderle al pueblo la farsa oficial. Acabamos de ver a casi medio gabinete morado en el ridículo show de rendir tributo, homenaje y desagravio a los familiares de los afectados en las trifulcas con la policía, pidiéndoles –una vez más– disculpas por los excesos policiales, y prometiéndoles castigos ejemplares y reformas que garanticen que los violentistas nunca más serán reprimidos por la policía. Mientras tanto, el LUM ha ampliado su “memoria” para acoger ya no solo la épica del terrorismo sino también la del vandalismo. Desde que asumió Sagasti no han dejado de montar estas patéticas muestras de dolor y reconocimiento a estos angelitos, caídos con petardos en las manos mientras atacaban a la policía.
Nos han impuesto el gracioso relato de que Merino era usurpador y Sagasti legítimo, pese a que ambos fueron puestos en el cargo por los mismos votos en el mismo Congreso, y usando los mismos procedimientos y normas. Pero nada importa. Lo cierto es que Merino nunca fue parte de la gentita y había que sacarlo como sea. El resto es cuento. Los fachos progres siguen imponiendo su limpieza étnica, eliminando todo lo que no tenga el sello caviar.
Como parte de la farsa en que nos obligan a vivir, declararon héroes a dos violentistas mientras daban de baja 18 generales de la policía sin mayores trámites ni razones. Alevosía perpetrada por un ministro salido de una ONG para cumplir expresamente el encargo y huir. Y pese a que una multitud de expertos e instituciones le han señalado al presidente Sagasti que cometieron un grave error atropellando la ley y la institución, nada los hace retroceder. Es evidente pues que detrás de todo esto existe un plan para desmantelar a la policía y garantizar impunidad a las turbas. Han idealizado a los jóvenes y declarado sacrosanto el derecho a la protesta. Están preparando el terreno para repetir los sucesos de Chile. No nos chupemos el dedo.
No hace falta más que unir las piezas que tenemos en el escenario para armar el rompecabezas y ver la imagen de fondo. Hoy nos gobiernan quienes nunca ganaron elecciones y representan a una minoría. ¿Cómo es que lograron hipnotizar a tanta gente para hacerles creer que son legítimos, y que toda esta manipulación mediática, con vandalismo incluido, es democracia? ¿Cómo nos convencieron de que ellos son los buenos y que a los otros hay que erradicarlos y sacarlos como sea? ¿Cómo permitimos que interpreten a su antojo la Constitución y la ley, para decirnos cuándo hay un golpe y cuándo no, quién es legítimo y quién usurpador? Para colmo, han llegado a decidir quiénes en el Congreso son dignos de ser elegidos y quiénes están vetados para ejercer un cargo de gobierno. Es impresionante.
No olvidemos que ya han hecho reformas para destruir a los partidos, liquidar la clase política y pervertir el escenario electoral, mientras nos cuentan lindos cuentos reformistas de lucha contra la corrupción. Todo está orientado a desprestigiar la democracia e imponer a las oenegés como instituciones tutelares. La cuestión es descubrir a quienes tienen el poder para escribir el libreto y montar esta farsa. ¿Quiénes están beneficiándose con todo esto?
(*) Tomado de El Montonero
(www.elmontonero.pe)