POR: GERMÁN TORRES COBIÁN
Es preocupante el alto consumo en el Perú, de periódicos sensacionalistas y amarillos, también llamados diarios chicha. Con el fin de comprobar una hipótesis que tenía en mi cabeza desde hace mucho tiempo, se me ocurrió realizar un experimento en mí propia persona sobre las consecuencias de la lectura cotidiana de prensa chicha. Dejé de leer una semana continua los periódicos que suelo repasar cotidianamente en Internet (La República, El País de España, el británico The Guardian, The New York Times, el francés Le Monde, etc…). Asimismo, me abstuve de leer buena literatura; prescindí de la visión de algunas obras maestras del cine y documentales de National Geographic y Love Nature, y, en fin, descarté jugar mis dos partidas diarias de ajedrez contra la computadora. Durante ese mismo período me puse a leer exclusivamente diarios chicha. El resultado ha sido tan catastrófico para mis neuronas, que todavía no me recupero totalmente de la experiencia. Por ejemplo, un artículo como el presente que normalmente me lleva cuatro o cinco horas componer, me ha costado un día entero. He sufrido horrores para hacer concordar las palabras y frases con mi estilo; la memoria me ha traicionado varias veces; términos del vocabulario e ideas que acudían con rapidez a mi mente, fluían lentos. Es más, a preguntas de mis vecinos sobre temas sociales y políticos de coyuntura que resolvía sin dificultad, no he podido contestarlas porque estaba en la inopia más absoluta sobre tales asuntos. Con esto quiero decir que, leer tantos escombros informativos y las miserias y peripecias de la farándula limeña en “El Popular”, “El Men”, “Ojo”, “Perú 21”, “El Chino” y otras yerbas, me ha vuelto ignorante y estúpido, y me ha producido una parihuela mental y lingüística del cual todavía estoy intentando recuperarme.
Este experimento prueba mi hipótesis de que la lectura habitual de diarios chicha deteriora poco a poco la anatomía y la fisiología cerebral del lector. Es decir, perturba su capacidad intelectual para analizar las cosas, trastorna su facultad de pensar y vulnera su facultad racional para discernir la verdad de la mentira. Y lo que es peor, el desgaste de las neuronas de los lectores chicheros se produce lenta y subrepticiamente, sin que ellos se den cuenta. Si un servidor vuestro (que está acostumbrado a leer comics, periódicos y libros desde los ocho años de edad), ha sentido afectado su raciocinio solo con una semana de lectura de estos diarios sensacionalistas, ¿qué puede ocurrir en la sesera de un hombre o mujer que lleva devorando porquería durante diez, quince, veinte o más años y, concomitantemente, ve programas basura en la TV?.
Ahora bien, ¿qué ha aportado a mi intelecto la lectura de diarios chicha durante siete días? La respuesta es: absolutamente nada. Me he enterado de que por allí existen personajes que participan en programas televisivos basura a quienes yo desconocía; he sabido de las alegrías y las penas de unas pechugonas siliconeadas que hacen malabares en unos programas frívolos; me he dado cuenta de que han metido a la cárcel a un cantante de música chicha por violar a su propia mujer y darle una paliza. Y, en medio de un maremágnum de titulares aparatosos y jergueros, he podido leer diversos anuncios de hechiceros que, mediante conjuros ancestrales, hacen regresar a la mujer amada que se fue con el vecino; de curanderos que sanan a desahuciados por la ciencia médica; de rameras que ofrecen los goces del Kama Sutra; de abortistas clandestinos, etc., etc…O sea, durante siete días no he aprendido nada leyendo tanta carroña impresa.
La proliferación de prensa chicha en el Perú y su consumo masivo es una muestra más de las múltiples características del subdesarrollo material, mental y moral que padecemos. En nuestro país, se ha inveterado la lectura de las borrascosas vidas privadas de los llamados famosos, la afinidad por lo morboso, la contemplación de fotografías hemorrágicas de homicidios, parricidios, feminicidios y filicidios. El lector de diarios chicha ha caído en una rutina que se ha hecho compulsiva; tiene que consumir su dosis habitual de publicaciones de este tipo para sentirse feliz, igual que el fumador necesita su cuota de nicotina nada más levantarse de la cama, o como el alcohólico que requiere meterse unos tragos en el cuerpo al despuntar el alba, o el obeso que precisa ingerir un plato enorme de caldo de cabeza de carnero mocho y tuerto, para empezar la mañana.
El problema del consumo masivo de prensa chicha en el Perú parte de las siguientes circunstancias: por un lado, grandes sectores de la población son analfabetos funcionales y les cuesta mucho leer rotativos rigurosos. De otro lado, estamos inmersos en una sociedad mercantilista y corrupta que para existir necesita consumidores de prensa de lectura fácil, superficial y no lectores de diarios objetivos. A los dueños del poder les interesa que el trabajador peruano piense menos y que produzca más; les conviene la sumisión ignorante y estúpida de las mayorías. Porque lo contrario, la lectura sensata de periodismo crítico alienta en las personas la imaginación, fomenta su curiosidad para cuestionar los abusos de los políticos. La buena lectura constante, sea de diarios, revistas o libros, a la larga nos da el criterio suficiente para descifrar coherentemente una noticia en un periódico, o percibir qué es lo que hay detrás de un suceso. Es decir, conlleva no solo a conocer la noticia sino interpretar racionalmente lo que subyace en ella. La lectura de una buena crónica, de una entrevista inquisidora, de un reportaje minucioso, despierta el apetito de saber más. La ignorancia sólo alimenta más ignorancia, estupidez e indolencia. No hay nada como la ignorancia para tener fe en los milagros, reverenciar a los poderosos, trabajar a cambio de salarios de limosna en las empresas y asegurar el voto a favor de los politicastros en todas las elecciones que se convocan. El voto irresponsable e ignorante en cuanta elección hay en el Perú, se da precisamente entre quienes acostumbran a leer diarios chicha y ver TV basura. Lo triste es que al final, es el mismo pueblo que consume esta clase de prensa, la víctima de la corrupción y los disparates que cometen los políticos.