Editorial

::: EL ARTE DEL TRIUNFO :::

El pasado martes 7, después de casi un mes de haber mantenido a Chimbote expuesto a un innecesario estado de exasperación e incertidumbre, el alcalde Roberto Briceño anunció su decisión de dar marcha atrás con la  demolición de la Sala de Arte del Palacio Municipal, donde tenía proyectada la instalación de una llamada plataforma de atención al público.

A todas luces, la decisión fue adoptada luego de una incontenible avalancha de expresiones de disconformidad y rechazo que en forma unánime han estado viniendo de los más diversos sectores de la población. Hacía mucho tiempo que una actitud de esta naturaleza, provista de gran firmeza y consistencia, no se veía en Chimbote.

Esta desafortunada experiencia ha dejado muy en claro que las lecciones del pasado necesitan ser muy bien aprovechadas en el presente.  La demolición y reubicación de la Sala de Arte es un tema tan sensible que debió ser abordado luego de una elemental consulta de opinión, la misma que a su vez debió ser sometida a un detenido y profundo análisis para sopesar sin pasionismos los pro y los contra.

Abordar a la ligera un tema de tanta connotación, dejándose dominar por el  verticalismo y la inconsistencia, solo pudo conducirnos irremediablemente a la confrontación de la que involuntariamente hemos sido protagonistas. Nada puede despertar una reacción  en cadena como la que hemos vivido, que herir  los sentimientos de nuestra ciudad.

Por muy soberano  y legitimo que sea el poder de mando que le asiste a una autoridad, no por eso se debe perder de vista que por encima de ese poder está la voluntad popular; esa voluntad  que es mucho más soberana y legítima ya que de ella  emanan otras facultades y prerrogativas. La  defensa de la Sala de Arte  asumida por el pueblo de Chimbote, ha corroborado asimismo que nadie tiene porque considerarse dueño de la verdad, menos amo y señor de la ciudad.

Efectivamente, el arte y la cultura no se comen  y más de las veces no dan para comer, pero son el principal alimento del que se nutre el sentimiento de una población. Ambos son el fiel reflejo de nuestros valores espirituales, son la  madre de nuestras tradiciones y motivo de nuestro orgullo popular.

Si antes de plantear la demolición de la Sala de Arte, la Municipalidad Provincial del Santa hubiera construido o habilitado  otro ambiente donde reubicarla, ya sea en igual o mejores condiciones, con toda seguridad que nadie hubiera tenido motivo para oponerse. La lógica nos dice que antes de empezar a caminar primero hay que ponerse los zapatos  Eso ha ocurrido, por ejemplo, con el Museo de la Nación, la Biblioteca Nacional y el nuevo Teatro Municipal.

Sin embargo,   el anuncio de la demolición de este espacio dedicado a la difusión del arte sin antes haber previsto su reubicación, lo único que hizo fue poner de manifiesto que se trataba de una decisión improvisada.

En buena hora que estemos asistiendo a un desenlace feliz, donde no hay vencedores ni vencidos. En todo caso el único triunfador es el arte y gran beneficiado es Chimbote.