Para cualquier autoridad que ha sido elegida para representar a una ciudad y que además se precie de honrar dicha representación, nada puede ser más perjudicial que incumplir una promesa y deshonrar su palabra. Una circunstancia como aquella lo único que hace es restarle credibilidad, con el agravante de ser considerada una falta de respeto a la población; pues equivale a sugerir que el pueblo tiene la memoria frágil y por consiguiente es fácil burlarse de él.
Todavía está fresco en nuestro recuerdo el anuncio que el alcalde Roberto Briceño formuló los primeros días del mes pasado luego de dar marcha atrás en su intento de demoler la Sala de Arte del Palacio Municipal. Como se sabe, en ese espacio tenía proyectado implementar una oficina de trámite documentario bajo la rebuscada denominación de plataforma de atención al público.
En una muestra de inocultable resignación, pero que no por eso deja de ser meritoria, el burgomaestre tomó esta decisión dándole validez a la protesta unánime de la prensa local y de grupos artísticos y culturales que se opusieron a la pretendida demolición. Muy pocas veces hemos asistido en Chimbote a un desenlace de tanta significación en defensa del arte.
Luego de aceptar y enmendar implícitamente esta equivocación, el alcalde Roberto Briceño terminó por calmar los ánimos asegurando que antes de un mes la Sala de Arte sería reabierta al público y puesta una vez más al servicio de la difusión artística y cultural para la que fue ex profesamente concebida y construida.
Sin embargo y conforme lo hemos dado a conocer en nuestra edición del sábado último, ha pasado más de un mes y la promesa del alcalde no se ha hecho realidad. Todo ha quedado en palabras, tan solo palabras; lo que ya parece haberse convertido en una costumbre perniciosa al interior y en el entorno inmediato de la corporación edil. Muchos anuncios y muchas promesas no pasan de ser un saludo a la bandera y solo terminan pintadas en la pared.
Pensamos que en el año que todavía le queda por delante, la actual gestión municipal tiene la oportunidad de reivindicarse con Chimbote empezando por recuperar la credibilidad y toda la confianza que ha perdido a raudales. Y eso se logra cumpliendo la palabra empeñada.
En vista que la tarea que se ha impuesto este medio de comunicación no consiste solamente en criticar sino también aportar algunas sugerencias, nos atrevemos a pensar en lo siguiente: falta menos de dos meses para el 06 de diciembre, fecha en la que estaremos celebrando el 115° Aniversario de la creación política de Chimbote. Desde nuestro modesto entender, creemos que esa oportunidad puede ser propicia para que la Sala de Arte retome el rol que le corresponde.
En esa fecha muchos chimbotanos que residen en otros lugares del país y el extranjero regresan al terruño para disfrutar de un añorado reencuentro y lo hacen en compañía de amigos y otros familiares. ¿No sería oportuno que para esa ocasión la Sala de Arte reciba a sus visitantes como una exposición de arte y cultura oriunda de Chimbote?. La celebración no tiene porque consistir solamente en bailes y espectáculos de farándula. Chimbote es una ciudad culta y eso hay que demostrárselo a propios y extraños, pero no con discursos ni tan solo promesas.