Después de doscientos años de haber sido declarada la independencia del Perú, nos hemos dado con la ingrata sorpresa de saber que muchos de los acontecimientos que contribuyeron a librarnos del yugo español, han permanecido durante todo este tiempo en el más completo anonimato. Los libros de historia jamás se han ocupado de ellos y por esa razón la gran mayoría de peruanos desconoce lo que tiene.
Uno de estos acontecimientos, el mismo que afortunadamente ha sido desenterrado del olvido, es la batalla del Puerto de Santa ocurrida el 16 de noviembre de 1819, dos años antes de la proclamación de la independencia. La contienda no es un hecho cualquiera. Constituye una de las primeras mediciones de poderío bélico entre el ejército libertador y las fuerzas realistas. En medio de la opresión y el temor que hasta ese entonces imponía el régimen virreinal, la batalla de Santa sirvió para dejar en claro, sin dudas ni vacilaciones, cuál iba a ser a partir de ese momento el destino del Perú. La gesta tuvo la virtud de inclinar los ánimos a favor de la causa emancipadora.
En aquel momento crucial de nuestra historia, el valle de Santa era uno de los principales cónclaves de la economía virreinal. Irrigado por el río más caudaloso del norte del Perú, el valle santeño albergaba grandes haciendas donde se producía algodón y caña de azúcar, productos altamente cotizados y de gran demanda en los mercados de Europa.
En su intento por evitar el avance de la corriente libertadora, que empezó a recorrer el territorio nacional luego de la independencia de Argentina y Chile, el virreinato del Perú obligó a los grandes hacendados a formar sus propios ejércitos para apagar a sangre y fuego, y bajo responsabilidad, todo intento independentista. Con todo el poder económico que tenían en sus arcas, los hacendados de Santa no tuvieron el menor problema en armar y equipar un poderoso pelotón al que pusieron por nombre Cantabria. Pero lejos de incluir en sus filas a sus hijos y otros familiares, los hacendados obligaron a enrolarse y empuñar las armas, bajo toda clase amenaza, a los aborígenes que tenían como esclavos.
Enterado de esta situación, la escuadra libertadora al mando del almirante Lord Cochrane arribó al puerto de Santa con la firme determinación de dar una primera lección a las fuerzas españolas y encender con este acto decisivo la llama de la independencia en territorio peruano.
En mayo del presente año, a propuesta del estudioso santeño Efrén Rebaza Custodio, el Congreso de la República aprobó la Ley 31341 que crea el Día de la Batalla de Santa y que se celebrará el 16 de noviembre de todos los años. La primera celebración ha tenido lugar el martes de la presente semana.
No solo se trata de un acto de justicia, que ahora ya aparece oficialmente en la historia del Perú, sino también de un reconocimiento a la participación del pueblo de Santa en la lucha por la independencia. Algo que indiscutiblemente levanta el espíritu y fortalece el orgullo de esta parte del Perú.