Nos vamos por el tercer año de la pandemia:
El pasado miércoles 29 de diciembre, hace exactamente una semana, el Instituto Nacional de Salud (INS) atendiendo un pedido urgente de la Dirección Regional de Salud de Ancash, confirmó que una persona de sexo femenino de 44 años de edad, quien un día antes arribó a Chimbote procedente de Europa, dio positivo a la temible variante ómicron del covid 19. Con la inmediatez que ahora permiten las redes sociales, en menos de una hora la noticia se pudo conocer en toda la región Ancash.
Días antes, en el transcurso de la audiencia pública que realizó en esta ciudad para rendir cuenta de su primer año de gestión, el gobernador regional Henry Borja Cruzado tranquilizó a los ancashinos dando a conocer que más del 90 por ciento de la población ya había recibido por lo menos una dosis de la vacuna. Y añadió que, tanto el personal de salud como la infraestructura hospitalaria, se hallaban preparados para enfrentar ésta y cualquier otra eventualidad.
Efectivamente, luego de confirmarse la presencia en estos lares de la nueva variante, las redes de salud del gobierno regional de Ancash, empezando por la Red de Salud Pacífico Norte de Chimbote, no tardaron en tender un cerco epidemiológico a fin de contener el avance de nuevos contagios y evitar su propagación.
Por otro lado, acatando una nueva disposición del gobierno central, la misma que no siempre es bien recibida por la población pero que ha demostrado ser indispensable, las autoridades municipales de Chimbote y Nuevo Chimbote dispusieron durante la fiesta de fin de año el cierre de las playas Vesique, Atahualpa, El Dorado y Caleta Colorada, que son las que concentran la mayor aglomeración de bañistas.
Como se ha podido ver a través de los medios de comunicación, el cumplimiento de esta disposición, que también incluye a las piscinas particulares de uso público, demandó la participación decidida de los miembros del serenazgo y de la policía nacional. Antes que un rato de diversión, primero es la salud.
Aún así, lo que no se ha podido evitar con la misma efectividad es la proliferación de fiestas familiares y de barrio, con música, bailes y hasta borracheras callejeras; hecho que pone en evidencia la poca importancia que a veces se otorga a las disposiciones sanitarias con el riego de estar incurriendo en una grave irresponsabilidad.
Cuando ya hemos empezado a transitar el tercer año de este castigo universal, los hechos advierten, con la misma severidad del primer día, que no debemos bajar la guardia. Y en eso mucho tiene que ver el comportamiento de la ciudadanía.
En realidad, como toda norma de conducta ciudadana la práctica de una nueva y necesaria cultura sanitaria tiene que fecundar e incubarse al calor del hogar, dentro del seno familiar. No olvidemos que ha sido la imprudencia de unos cuantos lo que ha generado el contagio de muchos.
Puede ser que algunas medidas restrictivas generen rechazo e incluso alarmismo, cosa que tampoco se debe compartir, pero no por eso vamos a prescindir del factor precaución. El virus todavía no ha sido derrotado. Continúa siendo una amenaza invencible y para colmo desconocida. Si de verdad queremos superar los efectos de una eventual tercera ola o de una nueva variante y lograr que el número de contagios continúe bajando, entonces lo que no tenemos porque bajar es la guardia.