Por: Miguel Rodríguez Liñán (*)
Alcé vuelo en Marsella, rumbo al Cairo. De allí, en taxi hasta la ciudad puerto fundada por Alejandro Magno… Ya confortablemente instalado en el hotel Borg El Arab de la King Mariout Road, concerté cita con Larry, un viejo amigo inglés nacido en la India, escritor de renombre en el mundo entero. Larry es el hombre clave para contactar al profesor Basílides, actualmente afligido por el mal de gota… Por este motivo no puede desplazarse, así que iremos a reunirnos con él en su residencia ubicada en el sector francés de la ciudad.
Lo primero que hice, por supuesto, fue visitar la nueva biblioteca construída en el mismo sitio que la famosa biblioteca de Alejandría de tiempos gloriosos y pretéritos.
Harto hablamos con el viejo Larry de su amigo, el otro gran viejo gringo, Henry… También de la incomparable obra, que conocerá mucha posteridad, de la señora Ana. Larry opina que Henry es capaz de producir, con su estilo torrencial (« estilo mississippesco » según su expresión), líneas verdaderamente excelentísimas, sublimes, pero también otras líneas que, a su juicio, son malas debido a la brutalidad y al contraste de situaciones.
–Para mí, querido Larry, es preciso considerar la excelencia en su conjunto. Eso que llamas brutalidad y contraste son necesarios, como en el estilo de Aristófanes, que alternaba lo sublime y lo no sublime, consiguiendo con esto un efecto cómico, exactamente como el Rabelais Henry.
–Vale la defensa –dice riendo–pero yo lo conozco mejor, chiquillo loco. En cuanto al profesor Basílides, será necesario esperar un poco, seguramente lo veremos pasado mañana.
–¡Basílides de Alejandría! –exclamo.
–Se ha reencarnado en un profesor de la universidad del Cairo –dice Larry en tono de broma, pero yo le creo literalmente.
Los tres son mis escritores predilectos, amigos. Larry, Henry y la señora Ana. Larry es Apolo, Henry Dionysos, Ana una mezcla de Atenea y Afrodita. Gracias a ellos, yo que era un poeta reprimido, por no decir culiestrecho, adopté por fin la doctrina de lo libérrimo absoluto (que Rimbaud resume « Je m’obstine affreusement à aimer la liberté libre ») para expresarme con la palabra escrita, de modo que infinitamente les agradezco.
–La ley de Moisés nos tiene todavía cogidos por los huevos– afirma Larry con su humor habitual.
Por su lado, Henry y Ana no se andan con discursos, teorías, ni nada parecido, pues la libertad libre se manifiesta en vida y obra… En cierta ocasión, las cosas se pusieron color de hormiga como se dice ( pero, ¿qué color? ¿Rojo? ¿Marrón caramelo? ¿Negro?, en fin, no comments), debido a una carta durísima, y algo puritana por cierto, de Larry a Henry, a propósito del primer tomo de su famosa trilogía titulado Sexo, que Henry paró de pechito como un gran señor, exhibiendo una correa ancha como se debe en estos menesteres del arte, e incluso con sentido del humor… Por eso, definitivamente, me puse de su lado, pues al reaccionar así ponía en relieve la libertad libre, mientras que Larry seguía cogido por los huevos, mosaicamente hablando… Por ahora, le pido a mi dilecto Larry que me resuma lo esencial del pensamiento del profesor Basílides, del pensamiento gnóstico, petición que lo pone de humor exultante… Pedimos aperitivos y, entonces, en esta Alejandría moderna tan distinta de la Alejandría poética de Larry y sus divinos Cuatro libros alejandrinos, veo esa luz naranja dorada oscura, como en ciertos cuadros de Rembrandt… Es la opaca y fascinante luz gnóstica de los doctores alejandrinos… Es ese claroscuro veneciano que da vida a los cuadros de Maurice Quentin de la Tour, como en su famoso Retrato de la Marquesa de Pompadour que podemos apreciar en el Louvre.
Según el viejo Larry, los gnósticos consideran que nuestro mundo es una especie de farsa cósmica, de craso error universal, y los homínidos como nosotros, un producto prematuro, abortado, un garabato de anthropos con una chispita de luz… Todo habría sido causado por la curiosidad de la Sophia, que quiso ver el gran Pleroma en todo su esplendor, así como la madre de Dionysos a Zeus, y fue precipitada a un círculo inferior. Fecundada por el gran Pleroma, concibió un hijo-monstruo-demiurgo llamado Ialdabaôth, el creador de la farsa. Sin embargo o con embargo, esta Sophia « podría ser restaurada en la plenitud de lo divino » (palabras literales de Larry, que parafrasea a Basílides). En los cielos de su cosmogonía, hay muchos círculos concéntricos, unos detrás de otros, y éstos de otros, hasta que llegamos al mundo « hiper-cósmico » (terminología del profesor Basílides) donde reside el ser supremo o gran espíritu dorado, que es como un fuego infinitamente existente desde siempre. « El objetivo de los gnósticos » sigue diciendo Larry « consiste en, paulatinamente, despertar a la verdadera conciencia de sí, para liberarse del peso, o, como dice el profesor Basílides « del peso de la oscuridad opaca del cuerpo que aprisiona una chispita del ser esencial », es decir, del gran Pleroma, es decir para volver a Ella-El… Polvo de estrellas precipitado hacia la Tierra, el gnóstico tiene nostalgia del cielo, de las galaxias, del infinito, del hiper-cosmos y del gran Pleroma invisible o vacío supremo de donde proviene.
Como ya lo expresamos en algún trabajo anterior, estas simpáticas elucubraciones de los doctores alejandrinos son construcciones, cartografías o arquetipos mentales. Estas ocurren en nuestra mente, en la parte clara, en la parte oscura, en la parte intermedia, es decir en la imaginación y en ningún otro sitio.
El profesor Basílides es principalmente conocido por las refutaciones de Hipólito de Roma, de Clemente de Alejandría y de Ireneo de Lyon en su famoso libro Adversus haereses (Contra las herejías)… Debido a una maniobra que trataremos de explicar, el profesor exalta la cifra 365. Esta cifra tiene su equivalente en letras griegas. La palabra que lo contiene o resume, es Abraxás… Piedras grabadas con esta palabra servían a Basílidesy discípulos como amuletos o talismanes dotados de poderes…
–No necesariamente mágicos– dice Larry frotándose la barbilla–. Es necesario admitir la agudeza ontológica de la teoría del profesor Basílides, puesto que es estudiada y comentada por el Hipólito, por el Clemente, por el Ireneo, pero también por el mismísimo Orígenes, por Hegemonius, por Eusebio de Cesarea, por Epifanio de Salamina, por Filastro de Brescia… Además, Basílides tuvo un hijo llamado Isidoro, que fue el continuador de la enseñanza secreta.
¡Basílides de Alejandría! ¡Heresiarca sublime! Para explicar el mal, el profesor imaginó 365 cielos habitados por inteligencias de grados diversos… Según él, nuestro mundo, reino del mal, reino de la pesadez y del sonambulismo, habría sido creado por un demiurgo de baja estofa…
–En idioma cristiano– sigue diciendo Larry –, para Basílides y los gnósticos, este mundo es gobernado por don Sata, por Diabolos,o sea por la parte oscura, confusa, caótica, violenta, desdichada y pervertida de nosotros mismos. Para el profesor Basílides, el hombre tiene dos almas, o una sola cortada en dos, así explica el combate interno entre fuerzas opuestas, que son las que rigen el universo.
–Por motivos personales, prefiero la hipótesis del alma partida en dos –digo.
–Aquí –dice Larry– te aclaro que utilizo tanto la palabra « universo » o « universal » o « cósmico » por comodidad, mi rayo de acción mental no va más allá del sistema solar, y al decir esto exagero… Con planetario basta y sobra, ¿qué es eso de universal? ¡Cojudeces! Bueno, ya llegó el taxi, vamos.
(*) Escritor y Poeta que reside en Francia.