Editorial

Editorial: ::: ALEVOSA AGRESION :::

Pese a la drasticidad de las penas que se vienen aplicando, no cabe duda que en el temperamento de la gente aún subsiste esa equivocada percepción de la falta de autoridad de quien viste el uniforme de la Policía y sigue haciendo tabla rasa de aquel conocido dicho que dice “a la Policía se la respeta”.

Este slogan que trató de hacer cambiar la actitud de las personas sigue siendo una ilusión en la sociedad peruana y basta ver los serios incidentes que se siguen promoviendo por parte de gente que no tiene temor a ir a la cárcel porque siguen atropellando a los efectivos de la Policía Nacional.

Uno de los últimos casos registrados en nuestra ciudad es el protagonizado por el jefe de la Comisaría de San Pedro, Capitán Eduardo Pérez Solís, quien la semana pasada apareció ante los periodistas presentando una enrome herida en la frente provocada por una pedrada que le lanzó un sujeto que había sido intervenido.

Los hechos se registraron en el mencionado sector cuando en el marco de un operativo se intervino a un sujeto que sospechosamente se desplazaba por una de las calles y se mostró nervioso ante la presencia policial, siendo intervenido y se encontró en su poder nada menos que 114 envoltorios de Pasta Básica de Cocaína.

Cuando se aprestaban a trasladar al microcomercializador a la comisaría, el sujeto identificado como Segundo Carlos García Prieto, consiguió zafarse de sus captores y pretendió huir para lo cual arrojó una enorme piedra contra los custodios que lo perseguían, la cual le alcanzó en la frente al comisario Eduardo Pérez Solís.

Se trata de un nuevo hecho de arranque de violencia contra un miembro de la Policía nacional, uno más que se suma a la larga lista de hechos similares que han derivado en sentencias drásticas por parte de los jueces de procesos inmediatos, quienes han enviado a la cárcel a esta clase de gente, como el caso de un iracundo individuo que en la vecina provincia de Huarmey atacó con un látigo a un efectivo policial que lo detuvo cuando manejaba en estado de ebriedad.

La agresión contra el comisario de San Pedro ha sido sumamente grave, empero, es un hecho que, de manera preocupante, se repite a pesar de las condiciones especiales en las que nos hallamos en este momento, como un régimen de excepción en el que la delincuencia debería de replegarse porque se han restringido derechos fundamentales de las personas, empero, sigue actuando en acción desafiante ante las autoridades.

De la misma manera, el país ha sido testigo como es que la vigencia del nuevo proceso de flagrancia ha permitido aplicar las penas más severas que recuerde la historia contra aquellos que han agredido a efectivos de la Policía Nacional, siendo el primer y más grave hecho el protagonizado por una mujer en el aeropuerto del Callao.

Aquella fémina, Silvana Buscaglia Zapler, fue condenada a seis años y ocho meses de prisión efectiva luego que se acogiera al beneficio de la terminación anticipada y con ello posibilitara que el Juez le rebajara la pena solicitada por el Fiscal en el marco de un profeso sumamente corto en el que la evidencia de pruebas conlleva a que el propio involucrado renuncie a una investigación y se someta a las consecuencias de la ley.

Lo que ocurre en estos casos es que la legislación penal vigente en el país ha endurecido la penalidad para casos de violencia y resistencia a la autoridad, no lo ha hecho ahora, esa modificación se remonta a unos dos o tres años atrás, de allí que las penas usualmente leves y simbólicas para estos casos de falta a la autoridad se sumaron repentinamente de 8 a 12 años de prisión, de allí que se explica cómo es que de un tiempo a esta parte los magistrados expiden condenas que a algún sector les parece excesivas.

Sin embargo, lo que ha llevado a los fiscales y jueces a solicitar y aplicar penas duras y severas contra aquellos que agreden a efectivos de la Policía es la pérdida de respeto por el uniforme de la Policía, el detrimento de los valores que nos llevaron siempre a mantener una subordinación respecto a nuestras autoridades.

Quienes frisan la base cuatro o cinco son conscientes que antes existía un alto grado de obediencia a la autoridad, el Policía de la esquina era un hombre no solo respetado sino también respetable, era el primero que saludaba al transeúnte y estaba presto a auxiliarlo en lo que estaba a su alcance.

Esto ya no existe por un lado ni por el otro, lamentablemente se fueron quemando generaciones que poco a poco fueron restando respetabilidad a la autoridad, el uniforme de la Policía se fue desacreditando no solo porque se perdieron los valores que se cultivan en la escuela y el hogar, sino porque la propia institución se fue colmando de gente que no hacía méritos para hacerla respetar.

La presencia de elementos que se pasaron a la otra vereda, que delinquieron no solo de manera encubierta sino que muchos de ellos llegaron a hacerlo vistiendo el uniforme, forma parte de este cúmulo de factores que fueron minando las bases de un respeto irrestricto a la figura de la autoridad.

Por ello es que los peruanos vimos espantados como es que una mujer pudo lanzarle un manazo a un Policía de Tránsito haciéndole volar el casco, empujarlo y zarandearlo, insultarlo al extremo de discriminarlo por su raza y condición, así como no tuvo reparos en lanzarle su auto cuando estaba frente del vehículo para tratar de impedir que se aleje mientras le aplicaba la papeleta.

Es evidente que conductas de esta calaña no pueden pasarse por alto o castigarse con penas leves o simbólicas, se hacía imprescindible dejar un precedente jurídico como también debe ocurrir lo mismo con el sujeto que le lanzó una pedrada al Comisario de San Pedro y le provocó una enorme herida.

Si se quiere poner orden y recuperar ese principio de autoridad que a lo largo de años se fue perdiendo poco a poco, es preciso comenzar por defender a nuestras instituciones y una de ellas y de vanguardia es, precisamente, la Policía Nacional. Habrá que esperar que a punta de condenas severas y contundentes la gente comience a razonar y entender que existe un slogan que no puede ignorar y es que “A la Policía se le respeta”. Quien no lo entienda así que asuma las consecuencias.