Editorial

Editorial: ::: VIDAS DESTRUIDAS :::

Mediante sendos fallos, Juzgados de Familia decretaron el internamiento en un centro de rehabilitación de menores hasta por ocho y seis años, respectivamente, de los adolescentes que se vieron involucrados en el alevoso atentado que cegó la vida del alcalde de Samanco., Francisco Ariza Espinoza y del joven abogado Henry Aldea Correa, en hechos registrados el 20 de octubre del año pasado.

Las medidas judiciales relacionadas con actos antisociales perpetrados por menores de edad se decretaron al cabo de las investigaciones desarrolladas por ambos juzgados, en el primer caso contra el adolescente de 16 años de edad conocido como “Cumpita”, quien confesó que fue uno de los sicarios que acabó con la vida del alcalde.

La situación de este adolescente es de dominio público, su participación en el crimen del alcalde Ariza quedó al descubierto no solo con el testimonio de los primeros capturados por la Policía y los que se acogieron a la confesión sincera en busca de aminorar su responsabilidad, sino por su propia confesión tras ser detenido.

El adolescente, agobiado por la persecución de la justicia, decidió decir toda su verdad, confesó ante la Fiscalía y el Juzgado de Familia la forma en que fue contactado por los promotores de este crimen y cómo es que se vio envuelto en un asesinato que, según sus propias palabras, no pretendía cometer.

Luego de escuchar su dramático testimonio, es preciso convenir que el caso de “cumpita” es uno de los tantos que afrontan adolescentes que provienen de hogares destruidos, de padres que han fallecido o que están separados, que están realizando alguna actividad y que dejan a sus hijos a merced de miserables que los llevan por los caminos equivocados, que los persuaden con el ofrecimiento de dinero fácil.

Un joven sin control alguno de sus progenitores cae fácilmente en las garras de esta lacra, como ha ocurrido con “cumpita” que se dejó llevar por los malos amigos que le ofrecieron dinero fácil y se mostró dispuesto a matar a una persona porque, justamente, su extracción familiar, no le ha permitido cultivar los valores de respeto por la vida del prójimo.

De esta manera tan fácil y desleal es que captan a los menores de edad para convertirlos en sicarios, el adolescente recibió menos de dos mil soles por matar al alcalde de Samanco, por prestarse a un hecho delictivo sumamente grave y que llama la atención que a su edad no haya sido capaz de compulsar la grave responsabilidad que de ello se deriva, lo único que se sabe es que en la audiencia en la que deberían leerle la sentencia se mostró arrepentido y en medio de lágrimas pidió perdón a los deudos de los asesinados, algo que es demasiado tarde.

El caso es del adolescente conocido como “Takeshy”, de 17 años de edad, es el mismo que fue detenido apenas unos días después del atentado y se le encontró en poder de un revolver que al ser homologado por los Laboratorios de Criminalística de la Policía, se determinó que se trataba de la misma arma con la asesinaron al alcalde Ariza, por ello fue inicialmente internado en el centro de menores bajo cargos de homicidio.

Sin embargo, apenas una semana después de las pericias pertinentes, se estableció que este adolescente no había tomado parte en el crimen, no era uno de los sicarios como se pensaba, por ello es que en una diligencia especial realizada en la víspera de la Navidad fue absuelto de estos cargos, empero, siguió siendo investigado por delito de tenencia ilegal de arma de fuego.

Justamente, por este cargo delictivo ha sido condenado a seis años de reclusión en un centro de menores y luego en un Penal cuando cumpla la mayoría de edad, más aun cuando el solo hecho de portar el arma de fuego que se utilizó en el atentado del alcalde Ariza significa que forma parte de bandas delincuenciales que suelen trasladar las armas de una mano a otro con la finalidad de eludir responsabilidades. Además de ello, no se puede soslayar que este menor había sido detenido una semana antes en una intervención a una banda de traficantes de terrenos, por lo que es evidente que, pese a su corta edad, es un individuo proclive al delito.

Lamentablemente, dos adolescentes que apenas salen de la pubertad han visto sus vidas destruidas por involucrarse con organizaciones criminales que los utilizan para perpetrar atentados criminales. Esperemos que la figura de estos dos menores de edad sirva de ejemplo a los adolescentes para que no sigan ese mal camino, para que entiendan que la vida les depara otros destinos y que los malos senderos solo los conducen a un presidio.

                                                           PELIGROSA PLAGA

Las fiestas de fin de año no han permitido calibrar una delicada revelación que hizo en nuestra ciudad el alcalde del vecino distrito de Jimbe, Jaime Carrión Ramírez, en relación a la aparición de una plaga de ratas en algunos caseríos de ese distrito y que  advertía la necesidad de adoptar medidas inmediatas.

El burgomaestre dijo que esta plaga se ha presentado en los caseríos de Cashapampa, Carhuamarca, Anguy, Rayán y Taullishpampa, en donde no entienden las razones de la aparición de estos roedores que proliferan en estas zonas y algunos piensan que obedece al incremento desmesurado de la temperatura, aun cuando es de dominio público que las razones siempre tienen que ver con la salubridad.

Lo cierto es que el alcalde se ha dirigido al hospital Regional “Eleazar Guzmán Barrón” a efectos que por sus áreas competentes dispongan una inmediata desratización con la finalidad de evitar que se registren enfermedades derivadas de la presencia de estos roedores.

Esperemos que el llamado del burgomaestre encuentre eco, no se tiene por qué esperar que se registren casos médicos derivados de la mordedura de estos animales o de las pulgas que arrastran y que transmiten la peligrosa peste bubónica. Esta clase de emergencias son habituales pero solo se hacen frente mediante acciones preventivas oportunas y no cuando el mal ya se ha acentuado. Esperemos que los problemas en el sector salud no afecten las medidas sanitarias que se requieren en Jimbe.