Editorial

Editorial: ::: LAS OVEJAS NEGRAS :::

Dos subalternos de la Policía Nacional protagonizaron un mayúsculo escándalo la semana pasada luego de atropellar a tres personas en el frontis de una institución educativa e intentar darse a la fuga cuando se hallaban en completo estado de ebriedad. Una de las agraviadas se encontraba en estado de gestación y puso en riesgo su embarazo.

Este bochorno incidente se registró en el frontis del Colegio “Gómez” de la Urbanización 21 de abril, cuando los tres padres de familia habían dejado a sus hijos y se retiraban a su domicilio, empero, de pronto se encontraron con un vehículo que los embistió y su chofer se dio a la fuga dejándolos heridos en la pista.

Fue una unidad del serenazgo la que auxilió a los atropellados y los trasladó al hospital, en donde solo quedó en observación una mujer que se encontraba en estado de gestación, pues los otros dos heridos solo presentaban golpes menores.

Sin embargo, algunas personas que fueron testigos de este hecho dieron cuenta a las autoridades de las características del vehículo y éste fue ubicado muy cerca, en donde los pobladores obligaron al chofer y su acompañante a detenerse y los retuvieron hasta que llegaran los efectivos de la Policía Nacional.

Lo increíble es que los dos ocupantes del vehículo no solo estaban en completo estado de ebriedad, lo cual desde ya constituye un delito de peligro común agravado, sino que eran miembros de la Policía Nacional que, aparentemente, se encontraban “de amanecida” pues su grado de embriaguez era más que evidente.

Los efectivos que protagonizaron este hecho fueron identificados como Erick Salazar Cóndor y Airton Gálvez Zúñiga, el primero de los cuales iba al volante del vehículo y por ello fue detenido y sometido a la prueba del dosaje etílico la misma que arrojó que presentaba 1.8 gramos por litro de alcohol en la sangre, en otras palabras, ebriedad total.

Lo curioso es que apenas al día siguiente este mal elemento de la Policía fue liberado por la Fiscal de turno luego de acogerse al principio de oportunidad, una figura procesal que coloca al representante del Ministerio Público como el verdadero calificador de los hechos y le otorga la posibilidad al infractor de evitar ser sometido a un proceso penal por las lesiones que ha ocasionado siempre y cuando llegue a un acuerdo conciliatorio con la parte afectada, en este caso solo la mujer quien presentó la denuncia.

Tras reconocer su falta y comprometerse a resarcir los daños, el Policía fue sometido únicamente a un proceso penal por delito de peligro común, por haber conducido en estado de ebriedad y puesto a disposición de su comando que, paralelamente le ha iniciado un proceso disciplinario en el que, según se dijo sería dado de baja en cinco días, empero, hasta la fecha no se dice nada al respecto.

Lo cierto es que la imagen de la Policía se ha visto nuevamente por los suelos como consecuencia de las conductas negativas de sus efectivos, especialmente de los jóvenes que, como lo hemos dicho y repetido en esta columna, no salen de la escuela policial con la suficiente preparación para el correcto desempeño personal y de la función en la medida que apenas si estudian dos años en dicha entidad.

Las consecuencias las estamos viendo todos, no solo se trata de estos dos jóvenes borrachos que sin tener en cuenta su posición y la imagen de su institución se van de farra y protagonizan un accidente en la vía pública, sino son muchos otros que en otras ocasiones han debido ser intervenidos por generar reyertas y efectuar disparos en establecimientos nocturnos a los cuales se fueron a divertir.

Hay que tener en cuenta que la ingesta de alcohol se constituye en uno de los principales causantes de accidentes de tránsito y, dentro de esta misma estadística, uno de los que mayor número de muertes ha generado en las pistas.

Por ello es que la autoridad policial está recomendando permanentemente que los choferes deben evitar conducir luego de haber ingerido bebidas alcohólicas, han generado campañas que esgrimen el conocido slogan ese de “cuando bebas no manejes” y han promovido constantes operativos de “alcoholemia” con la finalidad de detectar los casos de choferes que se ponen al volante en estado de embriaguez.

Inclusive la Policía es la que lleva el control de estos casos al haberse establecido que existe un límite en la ingesta de alcohol para los choferes y ello se mide en función de los gramos de licor por litro de sangre, una medida que no puede sobrepasar el 0.5% para ser considerado solo como falta, de lo contrario, ese conductor deberá ser sometido a un proceso penal por delito de peligro común y se le deberá suspender la licencia por no menos de un año para los efectos que no vuelva a poner en riesgo la vida de los transeúntes.

Lo grave es que todo ello es parte de un reglamento que se implementa para los conductores comunes y corrientes, empero, cuando hablamos de un Policía que se pone al volante en estado de embriaguez la cosa cambia porque se trata de un factor que califica la figura delictiva y que debe considerar una sanción mucho mayor.

Esto es lo que han reclamado muchos tras la liberación del efectivo policial pues la Fiscalía solo ha reparado en la cuestión material, en el resarcimiento económico de una persona herida, lo cual está bien, empero, no ha puesto énfasis en la calidad del chofer infractor, es decir su condición de efectivo policial que agrava el hecho y amerita una sanción mucho mayor y que resulte ejemplar.

Ahora solo queda esperar que la institución tutelar no permita que la ciudadanía se decepcione con el conocido estribillo ese de “otorongo no come otorongo” y pretenda ignorar la gravedad del hecho protagonizado por su efectivo policial, afianzando lo mas pronto posible el proceso disciplinario y demostrando que si es capaz de “separar la paja del trigo” en situaciones como esta.

Está claro que una entidad señera como la Policía Nacional no puede mantener en sus filas a quien ha hecho escarnio no solo de la ley sino que ha dejado muy mal parada a su propia institución al cometer una infracción que ella controla y castiga, una irresponsabilidad que solo tiene un derrotero: poner en riesgo la vida y la integridad de las personas. Las ovejas negras solo tienen que ser separadas del rebaño.