Editorial

TRAS LA EMERGENCIA

Hoy viernes santo el mundo católico festeja una de las fechas más significativas de su calendario litúrgico, quizás el más característico porque representa la pasión de Jesucristo, su detención, los interrogatorios y la flagelación a la que fue sometido y que concluye con la crucifixión, todo lo cual conmemoramos con el vía crucis y la adoración de la cruz.

Es la fase estelar de la semana santa, una festividad religiosa que marca el final de la cuaresma, nos recuerda a la última semana de vida de Jesucristo y describe la vida, pasión y muerte del hijo de Dios, por ello es que hoy no debe ser un día de descanso y diversión, por el contrario, tiene que ser un día en el que debemos acompañar a Jesús con la oración, con el arrepentimiento de nuestros pecados y con el sacramento de la penitencia.

Y es que los ritos religiosos de la Semana Santa no nos muestran un escenario en el que debemos recordar con tristeza  lo que Cristo padeció en la cruz, sino entender porque murió y resucitó entre los hombres, tenemos que comprender que entregó la vida por amor a nosotros y para persuadirnos que fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.

El viernes santo como hoy es una fecha especial para los cristianos, nos invita a pensar y reflexionar, para leer, aprender y compartir estas experiencias con los demás. Para estar junto a Dios.

Pero así como existe la necesidad de estrechar nuestro vínculo con Dios, también estas fechas festivas resultan una oportuna ocasión para echar una mirada a nuestro entorno, para calificar nuestro comportamiento frente a los demás y para saber si estamos cumpliendo esa predica que nos dejó Jesús que dice que debemos dar amor a nuestro prójimo, asistir y apoyar al que se encuentra en desgracia.

Y no puede ser propicia esta fecha para evaluar lo que ha sucedido en nuestro entorno en las últimas semanas, cuando la naturaleza decidió acometer con furia y violencia en diversas ciudades de la zona norte del país y en las que se incluyeron los pueblos de nuestra provincia, tanto de la costa como de las partes altas de la sierra.

La presencia de “El Niño Costero” ha dejado un saldo doloroso en nuestro país, hay más de cien muertos en el país como consecuencia de las torrenciales lluvias, huaicos y deslizamientos, los daños en las viviendas y en la zona agrícola son incalculables, los estragos que han padecido las ciudades por el colapso de los servicios básicos ha sido realmente sorprendente y ha desnudado las increíbles falencias de nuestras autoridades que no fueron capaces de prevenir un hecho de estas características.

Esto sí que debe ser materia de reflexión en la medida que a estas alturas que estamos saliendo de la emergencia hay quienes piensan que el daño no lo ha provocado la naturaleza sino que es la mano del hombre, aquella que adultera el curso de los ríos, aquella que no es capaz de prevenir sistemas de drenajes para las lluvias intensas, aquella que los lleva a utilizar los presupuestos para la colocación de defensas ribereñas en el cauce de los ríos.

Esto no lo decimos nosotros, lo señalan todos los medios de comunicación siendo uno de los principales defectos aquel que han escrito funcionarios de las diversas municipalidades que han repartido constancias de posesión a gente que ha invadido los lechos de los ríos o que han habilitado terrenos que se encuentran dentro del curso de las aguas y que ante fenómenos nastiurales como los que hemos vivido, ante las intensas lluvias activan quebradas después de muchos años arrasando con todo lo que encuentran a su paso.

De allí que este momento de reflexión no debe quedar en cada uno de nosotros, son los funcionarios, los gobernantes y las autoridades los que tienen sobre sus hombros el peso de una secuela de daños que ha sorprendido a todos, si bien es cierto en años anteriores hemos padecido las secuelas de un fenómeno de El Niño, con desbordes, huaicos y deslizamientos que han dejado muchos pueblos aislados de otras ciudades, o que se han generado serias secuelas en la agricultura por el desborde de los ríos y la destrucción de cosechas, en esta oportunidad el fenómeno atmosférico ha tenido características inusuales que se han establecido en todo el litoral.

Por eso se le conoce como “Niño Costero”, porque sus características han provocado que las lluvias torrenciales que son comunes en la zona sierra de nuestro país se precipiten en las ciudades de la costa, especialmente de la zona norte del país en donde la falta de costumbre a fenómenos de estas características los dejó en seria desventaja.

Quien podría imaginarse que en ciudades netamente de la costa como Tumbes, Piura y Chiclayo se podrían presentar lluvias de más de 15 horas continuas, que soporten tormentas eléctricas con rayos y truenos que son propios de la zona sierra, empero, en esta oportunidad la naturaleza ha golpeado sin piedad a los pueblos del norte del país al extremo de dejarlos bajo el agua.

Afortunadamente, la reacción del gobierno central fue inmediata y oportuna, llegó con todos los recursos que le puede significar la logística de las fuerzas armadas para asistir a gente aislada y atrapada, para auxiliar a niños y ancianos, a madres gestantes y en general a todos aquellos que se vieron abrumados por fenómenos atmosféricos atípicos.

En estos días de fiesta de pascua la mano destructora de la naturaleza ha cedido, las lluvias y los huaicos se han reducido a una mínima expresión y el gobierno con los municipios y gobiernos regionales no terminan de asistir a los pueblos más alejados y castigados.

Viene la etapa de la reconstrucción, la fase en la que se tiene que invertir millonarios presupuestos para levantar viviendas, canales de regadíos, para reconstruir parcelas de cultivos, para reponer servicios que se vieron colapsados, para poner de pie a medio país que se puso de rodillas ante la inclemencia de la naturaleza.

Sirva pues esta fecha propicia para reflexionar sobre todo lo que nos ha sucedido en este difícil y terrible mes de marzo, desde aquel martes 14 cuando comenzaron las lluvias torrenciales hasta los primeros días de abril cuando el volumen de las aguas cedieron y se pudo hacer algo para rehabilitar carreteras y llevar la mano amiga a muchos pueblos más.

Y es que no podemos olvidar nunca jamás que este es un fenómeno cíclico, el “Niño Costero” se volverá a presentar en algunas décadas más, ahora tras la emergencia depende de los gobernantes que no vuelva a castigarnos con la misma contundencia y crueldad.