Editorial

Editorial: ::: PREVISIBLE FINAL :::

Antes que se cumpliera el plazo de prisión, como se esperaba, el Juzgado Penal Colegiado de la Corte del Santa condenó al empresario Juan Carlos Guzmán Quiroz, por el asesinato de su esposa Maritza Castañeda Valera y le impuso una pena de 31 años de cárcel más la obligación de cancelar un millón trescientos mil soles por concepto de reparación civil en favor de sus deudos.

De esta manera concluyó en su primera fase el juicio penal por uno de los crímenes que, hace poco más de dos años atrás, conmocionó a la comunidad de Nuevo Chimbote no solo por la forma tan violenta y cobarde como se había producido sino porque en esos momentos se avivaba una llama de protesta y rechazo frente a las diversas formas de violencia contra la mujer.

El Juzgado Penal Colegiado ha condenado a Juan Carlos Quiroz al llegar a la conclusión que urdió un asesinato para sacar de su camino a su cónyuge, con la intención de quedarse con el patrimonio que con esfuerzo aquella había procurado con las empresas que había constituido y en la cual aquel era gerente.

Justamente, al momento de calificar los hechos, el Juzgado ha llegado a la conclusión que las pruebas no conducen a un crimen que oculte otro delito, como lo sostenía el Fiscal, así como tampoco se ha probado que la acción delictiva resulte de un estado de emoción violenta, como lo sostenía la defensa.

El colegiado ha optado por la tesis del feminicidio, pero no por el hecho que se haya producido un crimen por desprecio a la condición de una mujer, sino por la relación de pareja que mantenían ambos al momento en que se produce el atentado criminal.

La Justicia ha considerado, además, deslindar la situación de los hijos de la pareja en la medida que con la madre muerta y el padre en la cárcel, la prole ha quedado desvalida, razón por la cual ha retirado la patria potestad al asesino y ha decidido dejar a aquellos bajo la custodia y responsabilidad de su tía Juan Hurtado Valera, hermana de la occisa.

La expectativa que generó esta decisión judicial no solo se concentraba en la necesidad de expedir un castigo ejemplar para quien había ultimado conscientemente a su cónyuge y porque en el curso de las investigaciones se pudo conocer que aquel habría mantenido una relación paralela y había suscrito documentos con la finalidad de desfalcar la empresa de propiedad de su esposa y lo había hecho con una mujer que, irónicamente, se hizo calificar como la mejor amiga de la occisa cuando estaba con vida.

Estos hechos no han formado parte de este proceso en la medida que los familiares, al tomar conocimiento de los movimientos dolosos de aquellos, los denunciaron ante otra Fiscalía y se vienen investigando independientemente del asesinato, una decisión errónea en la medida que basta repasar los hechos de sangre para colegir que, efectivamente, uno tiene que ver mucho con el otro.

Sin embargo, el trámite se realizó de esta manera, por ello es que el Juzgado Penal Colegiado ha resuelto con las pruebas que tiene en el expediente y ellas conducen a acreditar un delito de marido a mujer, al margen de circunstancias agravantes que conducen a una pena máxima del feminicidio.

Justamente, esta es la razón por la cual el Juzgado no acoge el pedido del Ministerio Público en lo que respecta a la pena de cadena perpetua que había demandado frente a un hecho que tiene todos los visos de una confabulación dolosa para terminar con la próspera vida de una mujer que, al parecer, ni sospechaba que tras bambalinas se estaba urdiendo un ataque criminal en su contra.

De todas maneras la sentencia expedida por el Juzgado Colegiado se ajusta a la necesidad de justicia, a ese impulso de la colectividad por ver tras las rejas a un sujeto que no solo no tuvo reparos en quitarle la vida a quien convivió con aquel muchos años y formó una familia, sino que había mantenido una relación secreta con la cual estaba dispuesto a desfalcar a la empresa de su esposa en la que actuaba como gerente.

Esto es lo más indignante en la secuela de este juicio penal, conocer que detrás del crimen no solo hubo una ambición de quedarse con los bienes de la occisa, sino que existió una historia de engaño y envidias que llevaron al sujeto a convertirse en un delincuente que seguramente terminará con sus huesos en la cárcel.

Toda esa sed de justicia estuvo a punto de tambalear cuando trascendió que las actuaciones dilatorias de la defensa técnica del acusado habían conseguido extender las audiencias de tal manera que estaba próximo a cumplirse el plazo de prisión que se había dictado en contra de Quiroz Guzmán y había surgido la peligrosa posibilidad que pueda salir de la cárcel y que, en esa condición, pueda fugar y eludir la acción de la justicia.

Ello porque este miércoles 14 vencía el plazo de la prisión y de la ampliación que se dictó en su contra, de tal suerte que si no existía una sentencia antes de esa fecha se podía consolidar la libertad procesal que se confiere a quien se mantiene recluido en un penal por más plazo de aquel que se le ha otorgado, lo que quería decir que existía la posibilidad de una excarcelación y esto lo hicieron saber los deudos al señalar que de concretarse esta posibilidad se haría iluso su derecho al castigo al cual ya se había hecho merecedor el imputado a la luz de su propia confesión.

Y la pena impuesta por el juzgado colegiado, aun cuando no responde a la dimensión de aquella que había sido solicitada por el representante del Ministerio Publico, contiene ese criterio drástico que ameritaba los hechos registrados, es una condena de 31 años de cárcel que envuelve esa demanda que había superado el derecho de los deudos y se había convertido en un clamor social.

Justamente, lo que se ha leído el último fin de semana son los lineamientos de la condena que se ha impuesto, la lectura integra del fallo del colegiado se conocerá recién el próximo miércoles 21, empero, se ha despejado cualquier posibilidad de excarcelación del acusado, por el contrario, esta sentencia condenatoria ha representado un previsible final para quien, no tuvo reparos en matar a su mujer en medio de una agria discusión en el interior de una camioneta. Un impulso criminal que amerita que se quede todo este tiempo en el Penal.