Editorial

::: PANORAMA INCIERTO :::

Así como que la mayoría de peruanos, esperábamos que hoy miércoles estuviéramos debatiendo temas relacionados a la pandemia o la reactivación económica del país, sin embargo, nos hallamos en medio de una crisis política que nadie siquiera lo sospechaba.

Ello porque la solicitud de vacancia presidencial planteada por un sector radical del Congreso de la República no era un tema de prioridad, inclusive, aun cuando se trataba de un potencial caso de corrupción que preocupa a millones de peruanos, en medio de una crisis sanitaria era evidente que pasaba a un segundo plano.

Ello porque cuando estamos luchando contra la pandemia y tratando de manejar la reducción de las cifras de contagios y decesos, nadie podría sospechar siquiera que se pueda poner en tela de juicio la continuidad funcional del Presidente de la República que es quien, precisamente, lidera la ejecución de programa de emergencia sanitaria.

Justamente, este ha sido el criterio que predominó hace unos meses atrás cuando se planteó el primer pedido de vacancia y se mantenía hasta el último fin de semana, pues a solo seis meses de los comicios y nueves meses de la transferencia de mando, era poco menos que suicida sacar a un Jefe de Estado aun cuando su desempeño funcional cuando fue Gobernador regional haya caído en tela de juicio y existan muchas pruebas indiciarias que lo incriminaban.

Desvirtuar la vacancia no era sinónimo de impunidad, por el contrario, lo que se buscaba era garantizar la transferencia democrática y que nada empañe la posibilidad de una postergación del proceso electoral o de modificar las reglas de juego a solo unos meses de los comicios.

Esto no era lo que predominaba solo en el ánimo de la mayoría de la población sino dentro del mismo parlamento nacional, en el cual solo dos o tres fuerzas políticas se mostraron partidarios de la vacancia, otros señalaron que esperaban escuchar la defensa personal y legal del Presidente, y, finamente un grupo que descartaba por completo esta probabilidad por el bien y la estabilidad del país.

Sin embargo, caída la noche de anteayer lunes el debate no solo tomó un sorpresivo giro sino que la votación nominal nos fue advirtiendo que la vacancia del presidente Vizcarra era inminente, que en el curso de la sesión parlamentaria muchas cosas cambiaron y en ese sentido muchos se dieron cuenta recién de la intención del presidente Vizcarra de adelantar su presentación para el día viernes pasado.

Era evidente que el Jefe de Estado había tomado conocimiento que un programa político dominical soltaría una verdadera bomba que lo ha dejado seriamente implicado en los casos de corrupción que se denunciaron en semanas previas, se trata de los correos electrónicos que ha entregado el colaborador eficaz a la Fiscalía y que dieron lugar a que se robustezca  el tratamiento del Ministerio Publico hacia la figura presidencial.

Se trata de pruebas elocuentes que corroboran el dicho de un colaborador, es decir, que se convierte en prueba y ha motivado que desde la fiscalía se manifieste que tan pronto como concluyera el mandato de Vizcarra se adoptarían los apremios legales que se estiman pertinentes.

Pero además de estas reveladoras pruebas que descalificaban al Presidente y lo encausaban en la causal de incapacidad moral, el mismo Jefe de Estado equivocó clamorosamente su defensa en el hemiciclo pues lejos de sacudirse de la responsabilidad, lejos de desvirtuar las pruebas mostradas, lo que hizo fue atacar al congreso y los congresistas.

Apeló al mediocre argumento del que no tiene como defenderse y ataca al mensajero lejos de desvirtuar el mensaje, entonces, no se sabe si el hallazgo de pruebas contundentes en el caso de corrupción o la actitud desafiante y absurda del presidente ante los congresistas, fue el factor que llevó a muchos congresistas a cambiar su decisión o dudar sobre el rechazo a la destitución, optando por dar su voto a favor.

Las cifras no engañan, fueron 105 congresistas los que avalaron la vacancia, es decir, más del 80% de la representación nacional llegó a la conclusión que Martin Vizcarra ya no tenía nada que hacer en la casa de Pizarro y debería irse a su casa antes que termine su mandato, al margen de los perjuicios que signifique esta medida.

Es realmente lamentable lo que ocurre, estas medidas afectan la estabilidad económica y política del país, con el agravante que desde hace más de 8 años el ruido político y los escándalos en el país socavan la marcha de la economía y nos tienen sumidos en una prolongadísima recesión.

Ahora el panorama es incierto, ayer ha juramentado el Presidente del Congreso y ni siquiera se conoce quien puede ser su primer ministro y menos aún quienes integrarán su gabinete. Que Dos nos coja confesados.