Editorial

LA FIEBRE DEL CANON

Tan solamente hasta el mes de setiembre de presente año, la región Ancash ha recibido la cuantiosa cifra de 1,223 millones de soles por concepto de canon minero. Eso quiere decir que, en el peor de los casos, al cerrar el presente año nuestra región podría recibir por este concepto tranquilamente más de 1,500 millones de soles. Un record que no tiene precedentes.

Aplicando una simple operación aritmética, podemos deducir que en el 2021 cada uno del millón de habitantes ancashinos, cualquiera que sea su edad y lugar de residencia,  tiene derecho a ser beneficiado con más de 1,000 soles procedentes del canon minero.

Que esta regla se cumpla o no, ya depende del gobierno regional y de las municipalidades provinciales y distritales que se encargan de administrar e invertir este cuantioso recurso en nombre de sus respectivas jurisdicciones.

Como ya no hemos mencionado en este mismo espacio de opinión, es muy lamentable que todo el dinero proveniente del canon minero no se refleje en la calidad de vida de la población teóricamente beneficiada. Uno de los indicadores más reveladores y al mismo tiempo de mayor dramatismo que se encargan de corroborar lo que acabamos de manifestar, es el índice de desnutrición que afecta de la manera más severa a 4 de cada 10 niños de la región.

En cualquier otro país del mundo, 1500 millones de soles al año serían más que suficientes no solamente para vencer a este flagelo sino también para desterrar el analfabetismo y otros males anacrónicos que la población de  Ancash todavía tiene que soportar.

Igualmente penoso es el hecho de que muchos alcaldes de la región han ido a parar ante los tribunales de justicia para responder por el mal uso del canon. Lamentablemente ni siquiera esa afrenta sirve de escarmiento. Se ha hecho costumbre que, una vez que este recurso llega a las arcas de un municipio, los burgomaestres lo transfieren como “préstamo” para cubrir otros servicios y actividades, incluso para el pago de planillas de personal, desvirtuando de esa manera el fin social del canon cuya prioridad es la salud y educación.

Como quiera que los recursos mineros tarde o temprano se agotan ya que no son renovables,  el  canon está llamado a preparar el terreno socio-económico para cuando esto suceda. Eso significa la necesidad de brindar una educación para el futuro, con el desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas a la respectiva  zona de influencia, que asegure más adelante la creación de nuevas fuentes de trabajo básicamente en el campo de la agricultura y la ganadería, que son actividades sostenibles en el tiempo.

Para lograr dicho objetivo es indispensable que la población disponga de todos los elementos que garanticen una buena salud, la misma que solamente se puede obtener  mediante el buen uso del canon.

Es posible que igual que la fiebre del oro, la fiebre del canon también sea pasajera. Lo que no tiene porque ser pasajeras es la salud y la educación del pueblo ancashino.