Editorial

NO SERÍA MALA IDEA NOMBRAR ALCALDES EN VEZ DE ELEGIRLOS

Por todo lo que está sucediendo:       

Aún cuando la idea podría parecer absurda  y utópica, no por eso deja de merecer al menos un comentario a objeto de intentar una llamada de atención. En una conversación con los encargados de este espacio de opinión, el periodista Alejandro Cerna Huerta ha sostenido que,  ante la falta de liderazgo y capacidad de gestión que es notoria en nuestra jurisdicción,  no estaría demás  considerar la posibilidad de modificar la ley electoral para que los alcaldes vuelvan a ser designados por el gobierno central, como sucedió hasta antes de 1963. Como se recuerda, el nombramiento de los alcaldes  se realizaba a propuesta de una junta de vecinos notables, en mérito la intachable capacidad moral y vocación de servicio de la persona designada.  No hacía falta realizar costosas campañas electorales, bastaba con acertar a la hora de proponer al vecino notable.

De esa manera, si el alcalde no cumplía con desempeñar el cargo en forma por lo menos aceptable,   entonces la misma junta de vecinos proponía su cambio  y el nombre del reemplazante, todo lo cual se realizaba en forma casi inmediata, sin mayores trámites ni pérdida de tiempo y sin que las obras municipales sufrieran retrasos ni  sobrecostos.

Lamentablemente, eso es imposible que suceda en estos días, por más que el alcalde se vea envuelto en denuncias penales y escándalos de corrupción. Si, con todo el derecho que le asiste, la población quiere cambiar a su alcalde, el único camino que le queda es iniciar un proceso de revocatoria el cual a su vez puede tardar tanto como el periodo mismo de gestión municipal.

Sin embargo, se han visto casos de conocidos personajes  de Chimbote que han promovido la revocatoria de más de un alcalde, sin que el proceso  logre avanzar más allá de la firma de planillones. Más ha sido el ruido que han hecho  para finalmente guardar absoluto silencio. Por lo general, la mayoría de estos intentos de revocatoria han terminado con la extraña pérdida de los planillones y luego con un fuerte apretón de manos entre el alcalde y los revocadores. Debe ser por eso  que algunos de éstos últimos han terminado siendo contratados como funcionarios municipales.

Quiérase o no, ante hechos como éste la ciudad deberá seguir soportando a su alcalde hasta el último día de su gestión. Lo que sucede en Chimbote no está lejos de esta realidad. Para  graficar la desaprobación de la actual gestión municipal tampoco hace falta utilizar números en grandes caracteres  ni barras de colores. El descontento de la población está a flor de piel y se respira a cada paso.

Y no es que seamos fatalistas, pero por todo lo que viene sucediendo en Chimbote, mal haríamos en creer que en lo que resta del año las cosas podrían dar un vuelco positivo. Por el contrario, todo indica que las observaciones hechas por la Contraloría General de la República respecto a la ejecución de numerosas obras emprendidas por esta gestión municipal, van a quedar como bombas de tiempo para la próxima gestión. Lo que no se ha podido hacer en tres años, difícilmente se podrá hacer en los nueve meses que quedan por delante.

Si, como dice el dicho, todo tiempo pasado fue  mejor, solo nos queda esperar que Chimbote mejore con un nuevo alcalde o alcaldesa y, que a la hora de sufragar  en las elecciones de octubre,  ojalá no volvamos a equivocarnos. No hace falta que volvamos al pasado.