Opinión

PRETÉRITO PRESENTE

Por: Miguel Rodríguez Liñán (*)

La gramática es abolible…Acabo de darme cuenta que el único tiempo posible en literatura, pero sobre todo en poesía, que concierne a todas las artes y que allí se manifiesta, es el pretérito presente, pues donde acaba la gramática, cuando la gramática patalea y no puede más, nace el arte, Sábato dixit… Pero cuidado con la literatura que tiende a la gravedad, lo nuestro es el vuelo y la ligereza, sino, no vale… Salto en el tiempo y en el espacio y veo a un pretencioso chibolo en Bruselas, el año 83 del siglo pasado, en un albergue de juventud, hablando fogosamente de literatura con el escritor vasco Michel Courougnon y un pata peruano, Víctor, gran lector de Faulkner, de Proust, de Joyce… Precisamente hablamos sobre el tiempo y el espacio… El chibolo, como se identifica en especial con Joyce, mantiene la teoría del monólogo interior y de la utilización del presente perpetuo… Pasan los años, los siglos, los milenios… Ya convertido en escritor, no renuncio a la idea de escribir sólo en presente, hasta que me doy cuenta que, en realidad, se trata del pretérito presente, y que utilizar sólo el presente es una ilusión de fijación en la vida, cuyo principal atributo es el fluir y fluir, como el río de Heráclito. Veamos.

      Mi tía madrina Irma es la hermana mayor de mi papá Miguel, y de mis tías Julia y Edith, única sobreviviente del cuarteto familiar directo vía paterna… De mis ancestros vía materna sólo conozco de nombre al legendario abuelo Liñán, que tuvo múltiples hijos en diferentes consortes, a la abuela Ruiz que cierta noche se acostó sobre una boa que, para digerir, se había confortablemente instalado en su cama con colchón de paja, la impresión la hizo perder el habla, vivía ella en ceja de selva…Pater y Mater son los dos troncos básicos de nuestras frondosas e infinitas genealogías… En su fulgurante juventud, mi tía madrina fue reina de belleza y desfiló esgrimiendo un cetro, mano enguantada de seda blanca, desde un carro alegórico, allá por los cincuenta del siglo que se fue, distribuyendo flores y besitos volados con la otra mano… Pasan días y semanas, meses y años… Irma la bella es cortejada por el eminente doctor Tiberio Torres (tremenda venia de mi abuela la Temible, Tiberio es médico, es blanco, es pepón), que inventó la clínica Laennec (apellido de un doctor francés inventor del estetoscopio), en la esquina de José Gálvez con la avenida Pardo, frente al local del Partido Aprista, allá en el rico Chimbote… El apuesto galeno, hombre culto, amante de la antigüedad grecorromana, y gran conversador de temas diversos, seduce a mi tía madrina en alguna de aquellas memorables tardes en la hacienda Rioseco, probablemente en un paseo a caballo rumbo a las riberas del río Santa, por donde también pasearon otros jinetes, los poetas Leopoldo Chariarse y José María Arguedas, por ejemplo… De esa unión nace un hijo único, mi primo hermano Manuel Tiberio Torres… De niño, Manuel tuvo por mascota un bello conejazo angora, motivo por el cual hasta el santo día de hoy no puede comer conejo, no sabe lo que se pierde, conejo frito, conejo con maní, picante de conejo e incluso conejo a la provenzal etc etc…

Pero hagamos un resumen genealógico para no perdernos en el bosque, es que cada progenitor contribuye con su propio árbol, ya no hay arboles, hay frondosos bosques, y así hasta los siglos precedentes, y así hasta el Neardental como mínimo… Por la vertiente paterna, mi bosque se pierde en mi abuelo Miguel Rodríguez Tapia… Por la vertiente de mi abuela Clotilde la Temible, mi bosque se pierde en el bisabuelo Juan de Dios Hernández, quien desposó a la bisabuela Julia de Paiján, la mamá de la Temible, mientras el abuelo Miguel, mecánico de profesión, la  rapta y luego desposa… De esa unión, como decía al inicio de este enredo, surgen mi tía madrina Irma, mi papá, Julia y Edith, mamá de mi otro primo hermano, el eminente doctor Walter Vega… Irma, repitámoslo, coengendra a Manuel, que se casa con Carmen y coengendra a Diego y Elizabeth, que coengendra a Sofía, que coengendra a Aynoa, quien es la bisnieta del joven bisabuelo Manuel, que todavía no sube al séptimo piso, y el escriba resulta ser, pues, un joven tío bisabuelo de la última, por ahora, de la estirpe, ese es el pretérito presente del que hablaba…Provenientes de Madrid, los dos últimos brotes del árbol y del bosque genealógico, muy lindas, vinieron a visitarnos unos días al sur de las Galias, acontecimiento que nos puso muy contentos… « Y todo esto empieza en Rioseco » de pronto pienso en pretérito presente, « así como las generaciones de hojas de los arboles, así las generaciones de hombres », como dice el viejo felino germánico.

      Mientras tanto, es decir mientras escribo esto, mientras ocurre una ensalada griega y un pollito frito, el dos de agosto del 2022 después del Christos, Boconcita y yo las recordamos con cariño, evocamos anécdotas, las milagrosas intervenciones de Carlos Cristo de Colombia y de Manuel el Vago de Argentina, quienes se mostraron generosos y solidarios, es que yo no tengo carro, difícil atenderlas, aquí en Lambesc dependemos del bus y, sobre todo, de los horarios… Llega Cristo aquel día, aquel miércoles, y vamos a buscarlas al aeropuerto, vuelo Ryanair, dos y media de la tarde, de inmediato Boconcita ve a la niña, salen, las recepcionamos, luego vamos a la residencia de Cristo en Luynes, las chicas tienen hambre… « Tío tengo hambre » dice la niña « quiero carne y huevos », después le digo, por ahora engañamos al estómago en la terraza de un bar de Luynes, jugos, Coca-Cola, papitas fritas, después comemos, cuando lleguemos a Lambesc, digo.

    La verdad, la pasamos bien. De los días compartidos quedan flotando aromas de cenas y almuerzos, picante de pulpo el día de la patria por ejemplo, algún pollo al horno, tallarines con salsa de tomate, algún restaurante vietnamita en Marsella, el paseo en trencito hasta la basílica de Notre-Dame-de- la-Garde en los cielos, venciendo al calor, un paseo de las chicas a Aix-en-Provence, conversa en la terraza de Lambesc, la niña contenta, y el desplazamiento a la estación de buses en Aix aquel domingo, siempre gracias a los amigos eternos, ¡para ellos va este canto de agradecimieto! ¡Y gracias a Boconcita, por supuesto!

(*) Escritor y Poeta radicado en Francia.